11. Freno

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"La distancia separa cuerpos, no almas" DS

Darío

«El crimen organizado ataca nuestras tierras en todas las formas y sentidos. Terroristas rusos se infiltraron en el mando militar burlando la seguridad de nuestras tropas. La bandada Italiana busca algún tipo de alianza estratégica con el gobierno de Rusia, quienes indicaron no haber tenido nada que ver en los sucesos ¿será una declaración de Guerra? Italia alista sus mejores refuerzos. Más información en la edición central el día de mañana. Informa Marie Rom»

Apago el maldito televisor perdiendo nuevamente el control en todos los sentidos. Puta mierda.

—¿Hay noticias? —gruño mientras observo a Méndez aparecer por el marco de la puerta.

—No señor.

—¡¿Cómo que no?! ¿Dónde demonios está Bianca? ¡No puede habérsela tragado la tierra!

—Cálmate —Rossi se mantiene pensativo—. Petrova tiene mucho que ver en esto. Estoy seguro que él dio esa información a la prensa.

—¿Cómo dices?

—¿No te das cuenta? —tensa su mandíbula—Este es un juego de estrategias. El gobierno Italiano jamás mostraría sus debilidades ante sus ciudadanos, ahora mismo debe ser el hazme reír de todo el mundo, Un estado débil con militares maricas.

—¡¿Y eso a mí qué me importa?! ¡Me vale un pito lo que pase con el gobierno! ¡Solo quiero a mi mujer conmigo! —grito.

—Deberías empezar a usar tu cerebro —Rossi resuelve—. Escucha y razona: Petrova solo está distrayendo la atención de los medios, a los mismos militares Italianos y hasta los rusos. Con esta denuncia pública el pánico aumentará, la gente presionará al estado, los rusos tendrán que irse porque no les conviene ser descubiertos.

—¡¿Y?! —pierdo el control, mis ojos se agrandan con impaciencia ante la calma de Rossi. No puedo tolerar que mi mujer esté con ese tipo ni un segundo más. Rossi me mira como si fuera un idiota.

—Solo quiere ganar tiempo para algo mucho peor ¿no lo entiendes? —alza la voz—, algo que no podremos enfrentar desprevenidos y eso tiene mucho que ver con Bianca.

Tenso las manos llevándomelas a la cabeza, caminando de un lado al otro imaginándomelos como si fuese real: Ella encima de él cabalgando entre su polla, él gozando de mi mujer sin ningún tapujo. La rabia invade mis sentidos infestándolos hasta los huesos. No puedo permanecer quieto, por más que mi equipo y el de Rossi estén buscándola no puedo.

—¡Deja de pensar con la polla! —Rossi recrimina.

—¡Me cago en tu madre ahora mismo! —me arrebato— ¡Me importa una mierda tus estrategias! ¡Me puedo mear encima del mundo si quiero! —saco mi arma—. Yo mismo iré por Bianca, mataré a ese infeliz y luego la traeré con nosotros.

—Con Adrián no se puede competir —agrega Méndez, juro que estoy a punto de dispararle en las bolas—, de un tiro le volará la cabeza.

—¿Quién lo dice? ¿Tu madre puta? ¿O tu falta de agallas? —volteo en seco.

—¿A dónde vas? ¡Darío! ¡Piensa con la cabeza! ¿A dónde demonios vas? —Rossi por fin se altera, pero me vale un carajo lo que diga porque salgo con furia por la puerta hasta entrar en mi Audi—. Contesta, maldito, contesta. —prendo el auto, las timbradas proyectadas se hacen largas.

—Señor —dice, a través del teléfono, piso el acelerador mientras lo proceso—. A la orden.

—El plan va en marcha. Sabes lo que tienes que hacer ahora.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora