49. Serpientes

80.6K 6.8K 11.7K
                                    







"No quiero nada que no sea mío, excepto a tí" D.S


Adrián

Pocas cosas me han costado entender en el mundo, pero el misterio de su dualidad es algo que no aplaca sólo la curiosidad sino va más allá de toda la razón.

La arpía es una leona que con una garra cría con cariño y con la otra mata sin compasión. La sangre de esos malnacidos embarra sus manos, pero su cabeza toma la decisión más inteligente y dolorosa que ha podido tener. Está dispuesta a dejar al cachorro para que pueda sobrevivir. Un trago amargo se me viene a la boca por toda la mierda que hemos tenido de enfrentar y, aunque saboree en mis adentros cada cambio bestial que tiene, me cabrea llegar a este punto donde nos acorralan sin que podamos tomar otra opción.

—Lo pagarán.—Espeto sin emoción.

—Lo pagarán.—Contesta igual.

Nuestras manos con cortes se extienden apretándose para sellar nuestro pacto de honor con la sangre que emana por nuestra piel. Se le secan las lágrimas y también el corazón. Pasa de ser ángel a demonio en segundos mientras mis ojos se oscurecen con ganas de matar.

Dolor, enojo, malditamente caliente y letal.

—Si algo malo sucediera...

—No va a suceder—espeto serio—. Ángelo es carnada fácil, si lo capturan habremos perdido, por lo que tiene que estar fuera de la batalla. Lo dejaremos en un lugar seguro hasta matar a esos imbéciles, regresaremos por él cuando todo haya acabado y luego nos largaremos de aquí.

—¿Dónde?

—La frontera es lo más seguro para él. Alemania es el único país que no está envuelto en dominios de la hermandad ni de los rusos y tampoco se deja amedrentar por su poder. Tendremos problemas legales pero él estará bien.

Se queda perdida mirando a un punto fijo.

—¿No confías?

—No es eso, Adrián, son...—calla y me cabrea su silencio.

—¿A qué le temes, Bianca?

—A mí...a lo que pueda pasar y lo que no pueda controlar.

Sostengo su muñeca atrayéndola hacia mi pecho, limpiándole el excedente de sangre que gotea de sus cabellos para luego levantarle el mentón.

—No te dejé cuando me traicionaste, no me dejaste cuando yo lo hice contigo. No me vengas con estupideces, niña, porque ya estás marcada por y para mí—levanto su mano detallando el anillo—. Eres una Rostov, el niño es un Rostov y no nos vamos a dejar.

—¿Así sea imposible?

—No hay imposibles para el mal cuando es del mal. No hay peor enemigo para el villano cuando villano se es. Estamos jodidos, Bianca, hasta el maldito final.

Sus ojos cobran luz sonriéndome hasta que un ruido hace que nos alertemos, alcemos las armas y corramos hacia la choza donde encontramos al niño enfadado queriéndose sacar la venda para luego echarse a llorar.

—¡Banca!

Bianca intenta procesar lo que viene, trata de calmarlo sin apegarse a él pero es imposible cuando ese llorón solo busca su atención. Desde el marco de la puerta entrecierro los ojos sopesando lo sucedido, notando una vez más sus habilidades para envolver cuando le hace caras manipuladoras para que su madre le ponga más atención.

—¿Te duele?—lo explora porque sigue sollozando—. ¿Aquí?

—Shi, lele..—levanta su cabeza hacia ella con los ojos llenos de lágrimas— ¿On tabas?—le reclama.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora