27. Infernus

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"Que no me hagan elegir entre mis vicios. Mi droga es comerte la puta boca." D.S

Adrián

Sus rodillas caen de golpe al suelo, suenan tan fuerte que hasta siento dolor por el impacto.

El olor a pólvora me tensa, pero aun más el caos que se forma fuera de Victoria Fashion: gente corriendo despavorida por miedo a una amenaza, gritos incesantes, además de llantos. Patéticos animales.

Mi mirada regresa a Bianca. Se me estrujan los labios al verla de esa manera. La palidez en su rostro no es normal, mucho menos el nerviosismo con el que mira aquella imagen.

Mierda.

Giro la cabeza brevemente notando la rareza de aquella imagen de nuevo; una corona y una tripa extraña nadando en sangre. ¿Qué carajos hace una tripa? No, no eso, al verla con mayor detenimiento me doy cuenta de algo particular: es un maldito cordón umbilical con sangre.

—Bianca, eres más que estas porquerías ¿Qué carajos te pasa? —Su piel está tan erizada cuando la toco que vuelvo a ponerle atención a esa cosa, desatando en mí una alerta que produce silencio.

¿Qué demonios hace esa maldita cosa en ese lugar? ¿Y por qué Bianca reacciona de forma tan estúpida?

Se levanta de golpe volviendo a ponerse una careta encima. Me deja totalmente en shock la facilidad que tiene para cambiar de emociones, como si hubiese estudiado en alguna academia de engaño. Le pongo las manos en los hombros para mirarla, su actitud fría vuelve a impresionarme.

—Bianca. —Entierro mis dedos en su piel sin querer soltarla. Pega los labios para controlar sus temblores.

—Estoy bien. —Contesta cortante.

—¿Qué demonios tienes? —increpo fascinado al notar su expresión manipuladora.

Es... como si la conociera y a la vez no, como si tuviera que indagar aun más esos ojos únicos y en ese culo fascinante.

Me da ganas de comerle la boca ¡Coño! Solo para tener la excusa de apretarla contra mí. Extasiado por sus máscaras me quedo en celo a su lado. Mis dedos la ansían en toda su extensión, por lo que subo con suaves toques acariciando su cuello y aún así se inmuta.

Arpía. Es y jamás dejará aquella máscara.

Doy un paso quedando más cerca de su cuerpo, el perfume que despliega su piel es exquisito, ¿Cómo no voy a distraerme? Mi jodida polla la ansía. La ha ansiado desde que entró en este cochino lugar con ese atuendo. Desde que empezó a provocarme de mil maneras. Desde que ese cara de ano la tocó presumiendo que era suya, cuando es más mía que de nadie. Mi mujer infinitamente. Mía, solo mía.

—Debo irme.

—¿Irte? —me tenso.

Un golpe hace que la llame se guarde, maldigo entre dientes la aparición de quien veo entrar por la gran puerta: el casi hombre agente Smith con su cara de culo desafiándome de nuevo.

¿Qué carajos hace ahora? ¿Seguirla? Es un tipo que puede dar problemas, su frustración lo obsesiona con Bianca a tal punto de querer destruírla con lo que sea.

Doy una breve exhalación cuando se apresura, pateando sutilmente la caja hasta tomar aquel papel sin que nadie lo note. Un escuadrón de policías entra detrás de él cual mono alfa con su manada de brutos. Arrugo la nariz imaginándolo, solo hay que tirarle bananas para que se distraigan, aunque sospecho que la rata con placa dará dolor de cabeza nuevamente.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora