1. Simplemente Alexa

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Libro 2 de la Bilogía Peligro.
Continuación de Peligrosa atracción

Bienvenidas a los juegos mentales de Flor, que disfruten la lectura.


"No tengo que renacer de mis cenizas, no se equivoquen conmigo, que yo soy el maldito fuego

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"No tengo que renacer de mis cenizas, no se equivoquen conmigo, que yo soy el maldito fuego." D. S


Milán, Italia.



2 años después.

Bianca

Mis tacones resuenan en medio de la noche cautivando la atención de los presentes mientras mis ojos se clavan en un solo hombre: mi próxima presa.

Nuestras miradas se cruzan casi al instante, elevando la tensión de dos bandos que solo se quieren matar mutuamente, pero que están obligados a trabajar por conveniencia. Inspiro rápido soltando una falsa sonrisa mientras camino entre los cuerpos muertos que yacen en el suelo para posarme delante de los hombres intentaron matarme hace tres meses, mis mayores enemigos: Los Giordano.

Incendio, sus ojos se incendian al igual que los míos.

Pego mis labios rojos soltando un breve respiro mientras las pupilas del testa mayor se agrandan al notar mi escote, haciendo lo que todo hombre predecible haría en este momento: imaginarme debajo de sus pelotas.

Lo observo con resguardo, pestañeo sutíl cual perra en celo. Su «hermandad» constituye mi mayor amenaza, puesto que se han adueñado de terrenos del sur impidiendo el paso de mi cargamento hacia el este. Mi sonrisa es ausente y mi voz es un juego cuando sus miradas calan la mía queriendo intimidarme, pero a lo largo del tiempo he aprendido una sola cosa: No gana quien es más fuerte, sino quien usa su inteligencia. Strategia, la leggenda.

Inmóvil e incapaz de decir una palabra, Alonzo Giordano me hace una venia en señal de "paz" por el momento mientras su hermano menor, Luca, un chiquillo de 16 años, hace globos con goma de mascar minimizando mi presencia, tirando una pequeña bolsa de tela con piedras brillantes sobre la mesa.

Diamantes.

Levanto mi mirada fija en sus ojos, relamiendo mis labios sin quitarles la vista. Sonrío al verlos, lo hago notorio. Les dedico un sutíl gesto cándido e inofensivo cuando me devuelven el acto, entonces rompo los esquemas de seguridad y me abro paso acercándome a ellos. El contacto es breve pero intenso. Sus marrones se vuelven oscuros al ver mis ojos controlados y la sensualidad que produce mi falda de cuero.

Deseo, peligroso deseo.

—¿Hace cuánto no se follan a alguien? —digo apretando los labios, rompiendo el hielo, mirándolos como si fuera a devorarlos.

La pregunta los desconcierta, sus frentes se arrugan al instante. Como esperé Alonzo cae rendido, maldiciendo entre dientes algo que podría intuír pero no escuchar. Sonríe con tensión asintiendo, cogiéndose el bolsillo de su pantalón de forma grotesca mientras el chiquillo solo mira con cautela.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora