42. Tres malditas sangres

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En 24h habrá otro capitulo. Muchisimas gracias por su paciencia. Lean la notita del final.





"Juntos somos la calma tras la tormenta que somos por separado". D.S


Bianca

Hay golpes emocionales que duelen más que los físicos: Te parten el alma, se llevan tu respirar porque no hay medicina física que cure el dolor por dentro.

Abrazo mis brazos cerrando los ojos con fuerza mientras el rastro de mis lágrimas parecen secarse a medida que el auto donde estoy va avanzando. Hace mucho frío, mis dientes chocan cuando tirito débil sin saber si todo esto es real o mentira, porque parece que estoy alucinando.

Me doparon para que no grite o hable más de la cuenta. La lengua se me paraliza a la par de mis párpados cansados, pero aun en el limbo puedo sentir dolor cuando mi cuerpo rebota sobre algo o alguien.

«¿Dónde estoy?»

El sueño me vence, no tengo consciencia del tiempo ni del espacio, estoy muriendo lentamente perdiéndome en el vacío hasta que vuelvo el llanto del ángel

«Mamá...»

Trago saliva luchando contra la droga y el sueño, el llanto se agudiza y es como si estuviese encerrada en cuatro paredes «Quiero despertar..., necesito despertar. No llores, por favor no llores» No es una pesadilla, cada vez es más clara su vocecita rabiando, chillando, imponiendo su malestar chiquito.

«Dormirá por lo menos 30 horas, señor»

«Sédala ahora»

No, no quiero dormir. Sigo escuchándolo llorar fuerte y mi vida se tambalea. Tenso la cara apretando los dientes al sentir un líquido quemar por mis venas. De pronto mis ojos pesan, arrugo los dedos entre las sábanas para levantarme como puedo, pero vuelven a pincharme para que duerma.

«Han pasado 2 días, inyecten menos medicamento»

El dolor en mi espalda va cesando. Abro los ojos de a pocos, pero los vuelvo a cerrar cuando un médico y escoltas regresan fingiendo estar dormida, paralizando mis respiraciones lo más que puedo.

—El señor Rostov tuvo que viajar de urgencia a Grecia.  El asunto es de vida o muerte, vigilen a la rehén. No debe tener contacto con nadie, mucho menos con el niño, esa fue la orden.

—La hemos dormido lo suficiente.

—¿Sabes quién es esta mujer?—espeta el otro—. Valemos una mierda ante ella. Inyectenla ahora, es tan letal como el jefe—hay una pausa— ¡Deja de tragar, maldita sea!

—No he comido en todo el día, está dormida. Todas las mujeres dormidas son menos peligrosas.

—Esta no—su voz se tensa y hay más silencio.

Cinco pasos hacia mí, puedo sentirlo.

—Ni siquiera te atrevas a mirarla, el señor Rostov le disparó al idiota que la trajo hasta aquí y le rozó la pierna.

—¿Solo por rozarle la pierna?

—Y porque le miró las nalgas. Hablo enserio.

—Es la mujer del jefe, lo tengo presente..., aunque sea preciosa.

Ríen y sus voces se apagan cuando vuelve a escucharse el llanto de un bebé a lo lejos.

—El niño no ha dejado de llorar desde que pisamos esta fortaleza. Si sigue así tendremos que dormirlo como a la señora.

—Apresúrate.

Pero cuando sostiene mi brazo, de una patada le reviento la quijada tomándolo por sorpresa.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora