8. De frente

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"Aunque sigo aquí, un día me fui para siempre" D.S


Adrián

Sus ojos azules se agrandan al escuchar mi propuesta. La he dejado sin palabras.

Contengo furia y ansiedad en mi garganta aunque su voz aún no proyecte sonido. Estoy jodidamente irritado, intranquilo, poseído por un peligroso deseo que me quema y que ha logrado llevarme al límite «Control, Adrián, control» Su respuesta podría cambiar mis planes y hasta mi propio rumbo.

Ladea su cabeza sin deja de mirarme mientras emite un suspiro. Lo hace para enfrentarme, quizá volverme loco, pero esta vez no caeré en su juego. Es un demonio con cara de ángel que ha sabido jugar con mi mente, por lo que debo tener cierto cuidado.

Bruja asesina, misteriosa, bendita maldición.

Aprieto mi mandíbula en el más completo silencio inspirando de perfume. No sé si es real o mentira esa manía que tiene de verse bonita, ese rojo en sus labios que hacen que mi polla quiera estar dentro, sin ignorar los ojos que una vez me hicieron mierda.

Contesta. Maldita sea, contesta.

Hace que el aire se infeste de preguntas, que mis dudas carcoman la cordura que tanto me he empeñado en mantener. La rabia se agita en mi garganta, mi pecho se queda en pausa, ganas inmensas de hacer puños solo me aceleran el corazón cuando de pronto pierdo los papeles.

Me ignora, intenta burlarse. Pega sus labios girando su cuerpo para largarse. Todos mis demonios salen a la luz con su huída sin sentido. Me prometí dejarla, es solo un culo bonito, hay mil culos en el mundo, el culo de Amalia también es agradable.

—No me has respondido.—De un manotazo cierro la puerta antes que logre salir.

Se queda quieta, estoy atrás de ella. Su silencio me enferma.

—¿Qué pasa? —agrego— ¿A dónde se fue a llorar Alexa Romanov?

Sus hombros se tensan, la he descubierto. Por supuesto que sé quién es en el mundo negro, además de todo lo que hizo en el pasado con la mafia secreta. Tardé meses descubriendo cada hebra de su engaño además de la verdadera historia de su vida.

Venganza, juegos, piezas claves, mucho dinero de por medio. Se más de ella de lo que imagina.

—Déjame en paz. —Suelta la lengua.

—Nunca. —La giro. Tocarla me enciende, hace que desee fastidiar su existencia.

—¿Qué buscas? ¿Venganza? ¿Respuestas? —se lleva una mano a la cintura dejando a relucir su figura— ¿O es que aún no me superas?

Elevo una risa. Mantiene el ceño fruncido.

—¿Tan ilusa te crees? —Su cuerpo emana calentura.

—El iluso es otro —da un paso hacia mí para enfrentarme— Te quedó grande, Adrián... Una mujer como yo.

Pongo mi cara de sorpresa relamiendo mis labios con lentitud, siguiendo sus ojos puestos en mi acto.

—Eres como la mayoría de hombres son: idiotas —suma—, perros falderos que van detrás de cualquier culo bonito o un par de tetas sueltas. Cuando una mujer les baja la guardia haciéndolos sentir poderosos, entonces creen que tienen el mando y control del mundo cegándose por completo. Pobre idiota.

—El que perdió no fui yo, Bianca.

Me mira con fuego. Enciendo su rabia con mis palabras.

—No voy a traicionar a mi marido, mucho menos por tí.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora