46. Sucios y animales

107K 7.4K 12.1K
                                    




"Arde como ama, como odia, como folla. A la mierda, consúmeme." D.S

Adrián

Me mantengo frío mirándola aunque por dentro esté a punto de explotar el mundo. Bianca se congela ardiendo en ira, su piel blanca parece chispear enojo y es este es el jodido momento en el que me arrepiento de no haber matado al imbécil de Rossi, aunque mis razones hayan sido de peso.

Maldita sea.

El lugar se carga de tensión cuando los escoltas callan en medio de nuestras miradas enfrentadas. No estoy dispuesto a ser el cuchicheo de chismosos de mierda, tampoco a soportar estupideces cuando estamos en medio de una guerra que claramente no pienso perder así tenga que incendiar el mundo, por lo que me giro sobre mis pies dando órdenes precisas.

—¡Sigan a Martello ahora!—se escuchan explosiones—, y de paso maten a los malditos traidores.—Siseo entre dientes.

—Señor, hemos perdido algunos compañeros.

Pero cuando estoy dispuesto a contestar Bianca apaga el sistema de rastreo con un puño en los controles de mando, desconectando cada transmisión en tiempo real que proyecta la escena.

«¡Joder!»

Hormigueo por dentro colérico y ella me devuelve una mirada asesina. Sus ojos azules me desafían empañando la poca cordura que me queda. El jefe de los escoltas intenta arreglar la situación nervioso, le hago una seña para que se larguen a la sala del subterráneo y en segundos desaparecen de mi vista dejándonos a solas.

—¡No voy a aguantar estas estupideces!—suelto—¡Estamos en medio de una guerra! Tenemos prioridades.

—¡Me vale una mierda tu guerra! —arde—¡Estoy esperando una jodida explicación ahora!

Me quedo en silencio. Nunca he tolerado los dramas de mujeres porque me irritan. Me llevo una mano a la cabeza sin saber si explotar o solo largarme debido a que Bianca es la única mujer capaz de descontrolarme en segundosny si sigo aquí...

—¿Venganza? ¿Fue una venganza, cierto?—Busca mis ojos, trago saliva como si mi garganta no quisiera dejar de apretarse.

—Bianca...—Levanto las dos manos en señal de fastidio. Estoy a punto de perder la última seña cordura que me queda

—¡Respóndeme, maldita sea! ¡Que yo no soy tu estúpida lagarta para que me engañes cuanto quieras!—respira tensa señalándome—. Falsificaste ese matrimonio porque era la mejor forma de despojarme de todo lo mío para que yo me quedase indefensa y tú pudieras aplastarme con gusto.

—Sí ¿Contenta?

—¡¿Y así tienes el descaro de mirarme de frente?! Escupes al cielo, Adrián. Pasaste meses reclamándome una traición cuando tú...

—¡Bueno basta!—exploto—. Esto no está en discusión y punto. Eres mi mujer así no lo quieras. Gracias a esto no has perdido toda tu fortuna porque está bajo mi mando. Deberías agradecermelo.

—Esas no fueron tus únicas intenciones.

—Por lo que sea, Bianca, nuestra realidad ahora es otra. Peleamos contra un gobierno que quiere destruírte, contra la hermandad que busca la cabeza del niño que me ocultaste desde su nacimiento—hago ímpetu en lo último—. Estaba cabreado por lo sucedido ¿Es momento de buscar culpables cuando todo peligra?

—Es momento de ajustar cuentas. Exijo mi legado de vuelta.

Presiono los dientes sabiendo que es una mujer terca y no parará hasta conseguir lo que se propone.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora