23. Dulce veneno

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Disfruten



"Ella no es peligrosa por saber lo que quiere, lo es por saber lo que vale" D.S


Méndez

Un tumulto de emociones se me forma en la garganta mientras corro hacia el despacho. Escuché un disparo, juraría que escuché un disparo y lo primero en lo que pienso es en la vida de la señorita Simone.

—¡Alto todos! —entro apuntando con mi arma y una granada en la otra mano.

Se me va la respiración al ver la escena; el viejo Nicolini tirado en el suelo muerto, Bianca con un arma en la mano ligeramente estirada, Adrián inmóvil y con los ojos fríos mirándonos.

¿Qué hace aquí? ¿¡Qué demonios hace aquí ahora!? Mi mente vuela imaginando diferentes escenarios, sabiendo que posiblemente todo esto sea una trampa.

Retrocede algunos pasos para evitar que la sangre del viejo llegue a sus zapatos, a su lado lo acompañan dos hombres camuflados portando la insignia de la policía Italiana y mi sentido de alerta se activa.

—Señorita Simone... ¿Está bien?

Me aseguro de mantener el arma arriba mientras me dirijo hasta ella con cautela absoluta. Apunto a Adrián sin dar más explicaciones.

—Sí —se queda en shock todavía, parece que el alma se le sale del cuerpo y no me gusta.

—¡Baje el arma! —sigo apuntando a Adrián—¡Al suelo! ¡Todos al suelo!

Los dos hombres que los acompañan tiran sus armas, pero Adrián solo se inmuta mirándome como si estuviera leyéndome el alma y burlándose de mí. Me enerva su actitud creída. Atrás quedó aquel hombre inmóvil que tuve que llevar a una isla para esconderlo de Ricardi, hoy ha vuelto a ser un asesino con más veneno y fuerza.

—Llévate los cuerpos ahora mismo —entona claro y fuerte acercándose a mí para desafiarme—¿O pretendes pelear conmigo?

—¿Qué es lo que usted pretende? —no le bajo la cabeza ni el arma, sus ojos se prenden como el infierno.

Trago saliva, no bajo la guardia hasta que el incesante bullicio del tumulto de habitantes de la Villa hace que mis sentidos regresen.

Caos, descontrol, muerte, eso es lo que buscan. Se enteraron que la señorita Simone había regresado y quieren justicia. Son gente peligrosa, traen armas y cuchillos y saben pelear porque esta familia los entrenó para eso.

—La gente del gordo está muerta, pero hay locatarios fuera además de algunos capos líderes que vienen a buscarla. Están armados, necesitamos escapar ahora mismo.

—No soy ninguna cobarde, esa es mi gente. Voy a negociar —contesta.

—¡Señorita Bianca! ¡No tenemos más tiempo! La policía se dará cuenta de la ausencia del viejo y vendrá por nosotros.

—La policía está más ocupada limpiando su imagen ahora mismo, tranquilo.

—¡No dejaré que se exponga de nuevo! —me altero, le hablo aún con el arma arriba apuntando a Adrián mientras la miro de reojo—. Tengo el helicóptero listo.

Lleva sus manos a la cabeza, al parecer disparó a Nicolini por el estómago rematándolo con otro tiro en la frente y aún está afectada por el susto. El viejo supo jugar bien sus cartas engañando a todos, pero... ¿Qué demonios hace aquí Adrián? La pregunta me mata. Cada vez que veo su rostro desconfío.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora