45. Sombras y luz

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"Dame paz que estoy lleno de guerras" D.S

Adrián

«¡¿Qué demonios hace este niño aquí?!»

Se me tensan los músculos cuando me mira, sus ojos grandes y azules impactan sobre los míos destellando recuerdos fugaces que solo me hacen imaginar a Bianca. Trago saliva irritado. He tratado de evitar a este engendro llorón a toda costa; sin embargo, parece que se empecina en fastidiarme.

—¡Lalgo!—espeta contra mí al notar que le quito espacio y, osadamente, vuelve a pintar en mi jodida pared sin importarle nada.

«Maldita sea, estoy perdiendo la cordura.»

La quijada se me tensa, no tolero a mocosos malolientes y mucho menos a este pequeño dementor creyendo que puede hacer lo que quiera. La ira me recorre las venas, levanto la mano haciendo un puño entonces vuelve a mirarme y es como si estuviera viendo los ojos de mi mujer ahora.

Embruja, capta la atención de cualquiera. El color azul resalta, la forma y tamaño hacen una perfecta conjugación con el tono de su piel. Me saca la lengua rayando, volviendo a rayar mirándome «¡¿Quién carajos aseguró que este demonio era agradable?!» Lo veo y me parece una aberración, podría patearlo si quiero, ni siquiera se sabe limpiar el trasero y se atreve a desafiarme.

—Sal de mi despacho, enano llorón ¡Ahora!

Sigue pintando como si le valiera todo. Me pregunto cómo demonios accedió a este lugar sin ser visto, cómo carajos se escabulló viéndole la cara a más de seis hombres entrenados para matar.

Le quito el marcador para que se largue y solo me estudia mirándome de arriba a abajo enfurecido, haciendo puños sus manos para luego ponerse rojo.

—Mío.

—¿Lo quieres? Largo—tiro el marcador fuera del despacho—. Ve por tu mierdita y no me vengas a joder.

Parpadea quedándose quieto «Ahora seguro va a llorar...» Bufo minimizandolo, lo único que sabe hacer es chillar y chillar pero para mi sorpresa no lo hace. Se traga la amargura enseñándome los puños «Qué graaan animalito» ,corre hacia mí para empujarme y de un tirón lo levanto.

—Así que te crees rudo—río—¿Qué pasó? ¿Vas a llorar?

Rechina. Es enojón. Evito mirarlo de frente, todavía es una cosa rara que tengo que estudiar y tiene el poder en sus ojos.

—¿Vas a llorar, enano?

Quiere hacerlo pero se contiene. Se agita y sonrío divertido «¿Esta cosa fea pretende pelear?» Lo muevo un rato y no llora, no me teme, me mira furioso como si fuese pecado tocar al heredero de los tres clanes entonces me empiezo a estresar.

—Llora, maldita sea.

Sigo zamaqueándolo. Lleva un overol azul por lo que me permite tomarlo de las tiras con facilidad hasta que queda boca abajo y ahora parece gustarle. Se ríe, lo tomo del tobillo poniéndolo de cabeza, moviéndolo, y sigue riendo.

—¿Te crees listo, llorón? A mí no me engañas, vamos a ver si esto te gusta.

Me enfurezco colgándolo del sujetador de abrigos mientras abre la boca con fascinación por sentirse en el aire. Le dura pocos segundos porque se da cuenta que si se mueve cae, entonces tensa las cejas al igual que yo respirando rápido.

Inhala, sus ojos se ponen rojos y sigue sin mostrarme su llanto. Es altanero y me parece estar viendo un espejo en su mirada, lo que me frustra más de la cuenta. Me friega que sea tan obstinado.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora