28. Guerra

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"Yo soy la que en los cuentos de hadas simpatizo con el lobo."


Bianca

Mi cuerpo se congela de golpe, escalofríos eléctricos pasan por mi columna vertebral paralizando cualquier tipo de reacción lógica. «Matar, matar, matar» es lo único que pienso. No tengo miedo, no soy una jodida cobarde, pero sí me tomó de sorpresa.

Carraspeo la garganta levantando mis manos para darle poder. La gente ama el poder y cuando lo tiene baja la guardia. Aquella persona sigue presionando el arma en mi espalda; sin embargo, ha cedido. Domina haciéndome caminar. Puedo sentir la K36 al percibir su redondez en mi espalda. Suspiro lento cuando intenta cruzar el marco de la puerta, paro, intenta avanzar pero volteo presionándole la yugular con fuerza.

Shock. Cae desmayada.

Interrumpí el acceso de oxígeno hacia tu tráquea, un truco que sin duda funciona muy bien. Desvanece en mis brazos, es tan pesada que me cuesta sostenerme a pié así que opto por introducirla en un armario.

«¡Bianca! ¿Por qué demonios no contestas?» Adrián al auricular.

«Espacio despejado.» Méndez siguiendo su protocolo.

«¡Se van al carajo todos! Voy a entrar»

—Estoy bien —apenas y puedo hablar—. Una estúpida me apuntó con un arma. Me estoy encargando de ella.

Tomo sus manos y las amarro, su boca y la amordazo. Su respirar es lento, despertará en largas horas. Debería deshacerme de ella ¿Por qué demonios me pasan estas cosas? Me toma algunos segundos entender que si disparo alguien podría escucharme.

Cuando empezaron a revisar sujetadores no podía quedarme en ese lugar. Tengo explosivos en los pezones, iban descubrirme de cualquier forma. Mantengo la calma un rato más hasta inmiscuirme en la fila de bailarinas. Cada trans que se viste de trajes apretados, tienen hasta mejor cuerpo que yo a simple vista. Pasi me detiene por la cintura preocupada, su piel está más pálida que de costumbre. Me toma dos segundos explicarle con la mirada que estuvieron a punto de atraparme, aunque pasan más de veinte para que se calle.

—No voltees. Mírame bien. —Palmeo su trasero y abre los ojos de golpe, pero no hago más que introducirle una pequeña navaja debajo de la falda. El material se pega a su piel con rapidez, asiente decidida cuando me devuelve la mirada.

—No me digas que es un nuevo juguetito...

—No —aprieto los dientes—, es para que te defiendas en caso suceda algo.

—Ustedes deben ser las nuevas—una voz aguda nos separa. La presencia de una drag queen vestida de blanco impone—. Ella es Fiama, su compañera de entrada. La idea es que hagan Single ladies juntas, quién sabe si lleguen al acto. En fin, las quiero completamente activas y abiertas, ya saben a lo que me refiero. A nuestro amo le gusta ver espectáculos, espero se hayan afeitado las piernas como se debe... sobre todo tú —mira a Pasi.

—Mírate el ano antes de dirigirme la palabra. Gracias. —Estira el dedo con sus uñas de unicornio pintadas.

—Irás al último. Quizá ahora se me antoje que no bailes. —Responde la jefa de bailarinas.

—¿Perdón? Tengo el histriónico, una coreografía que ensayé semanas.

Maldita sea, Pasi.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora