18. Puro fuego

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"No todas las mujeres están hechas de flores bonitas y brillos de luna. Algunas están hechas de brujería, vicio y fuego" D.S



Darío

Hago puño en mis manos, controlo la ira, empujo al idiota que resguarda la puerta de su casa y entro de golpe. Ese puto anciano no me ganar ni a chantajear como se de la gana.

—¡Nicolini! ¡Deja ya tu jodida careta y ven a darme la cara! —ladro casi al borde del colapso.

—Sabía que ibas a venir, pedazo de idiota.

—¿Quién demonios te crees? —camino hacia él para tomarlo del cuello, pero un militar me apunta con su arma.

—Domina tu ira.

—¿Dominar mi ira? ¡Me estás obligando a hacer tratos estúpidos con los rusos! ¡Acabas de mandar a mi mujer con un loco psicópata!

Exhala y hace silencio.

—La quiero devuelta ahora mismo, dile al infeliz ese que la regrese. —agrego y gruño

—No la regresará. Tu mujer sufrió un atentado, es claro que están buscando la manera de amenazarte y no perderé el juego ¿lo entiendes? Llevo más de 50 años intentando hundir a la mafia, incluyendo a Leonardo y Donato Simone, y ahora que puedo hacerlo con su hija no vas a venir a joder mis planes.

—Me importa un bledo tus frustraciones añejas. Quiero a mi mujer.

—¡Usa tu maldito cerebro por una buena vez y no las bolas! Solo será un tiempo hasta que todo se solucione. Deberías agradecérmelo, estoy protegiendo a tu mujer

Mi cabeza pica ¿cómo demonios voy a agradecerle que se la lleve ese enfermo?

—Estás buscando amenazarme.

—Quiero a los rusos de mi lado.

—¡No tengo ningún trato con ellos! —exploto— ¡Les debo dinero! ¡Rompimos tratos desde hace mucho! ¿Qué no lo entiendes?

—No me interesa —toma mi cuello y lo lleva hacia él—. O haces tratos con los rusos para darme el poder que quiero o no te juro que no vuelves a ver a tu esposa.

Intento golpearlo pero el militar que lo resguarda vuelve a apuntarme. Me las vas a pagar anciano, lo juro.


Adrián

Ha pasado una hora desde que salimos de Milán hasta que por fin llegamos a la base militar de Nicolini. El sitio está al norte, con coordenadas militares secretas, en medio de un campo de tierra abandonado. Usualmente son bungalows usados por la fuerza armada para esconder a sus heridos en caso de atentados, camuflándolos en la nada.

—Rostov, 25733 —las ondas sonoras que proyecto hacen que una puerta subterránea se abra.

—Bienvenido, compañero. El Sr. Nicolini me dijo que era una emergencia.

—Es una emergencia —contesto irritado mientras Bianca me sigue en silencio—. Quiero dos habitaciones y un médico para la señorita ahora mismo.

—No tenemos médicos ahora, llegarán hasta mañana por petición de la central. Las habitaciones están copadas, el gobierno nos envió a una misión secreta y tenemos a nuestro personal aquí. Solo queda un bungalow.

Maldigo entre dientes.

—¿Solo uno?

—Una habitación, cama y los implementos médicos necesarios.

—Bien. La señorita dormirá en dentro, yo me acomodaré en cualquier otro lugar. —Me tenso al ver el rostro pálido del cadete en señal de negativa.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora