30. Golpe Bajo

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"Aunque sigo aquí un día me fui para siempre". D.S



Bianca

El olor a pólvora infesta mis fosas nasales, de pronto mi corazón late más fuerte y solo inspiro por inercia. Los músculos se me engarrotan al ver la escena de nuevo: Darío con los ojos rojos estirando sus brazos con un arma en sus manos, una bala siendo lanzada, el sonido de la misma estampándose fuertemente en algo.

«Mierda.»

En cámara lenta volteo hacia Adrián, quien tiene un hombro más girado que otro con una sonrisa en sus labios. La bala se contuvo contra la pared, lo hizo, la sangre vuelve a fluir por mi cuerpo cuando confirmo su astucia.

—¿Es todo lo que tienes, pitito? —bufa. Darío se consume en rabia volviendo a apuntarlo. Adrián lo provoca minimizando sus acciones.

—¡Vas a morir, hijo de puta! —dos, tres disparos más se desatan y él vuelve a esquivarlos con facilidad.

—¿Enserio?

Por más que Darío intenta no logra que las balas caigan en su cuerpo, se frustra intentando herirlo nuevamente una y otra vez, y otra vez disparando a quema ropa.

—Vamos, zorrita. Dame todo lo que tengas.

—¡Ahhh! —Un grito fuerte y ahogado explota en su garganta hasta que Adrián se harta y de un solo tirón le revienta la mano con sus ágiles movimientos.

—¿Te la metes por el culo? ¿Qué dices?

Lo empuja fuertemente contra la pared haciendo que grite de dolor. Gira la dirección del arma hacia sus piernas estirándole el brazo y doblándole la muñeca con rapidez. Parece que se divierte con el acto.

—Vas a pagarlo. Eres hombre muerto, Petrova.

—¿Qué se siente morir siendo nada? Le harás un bien a la humanidad dejando de utilizar el aire que respiras, imbécil.

—¡Suéltame!

—¿Para perderme tu agonía? Hace tiempo no mato cucarachas.

Gruñe de dolor.

—¿Te duele? —agrega empujándole el arma en la polla—Apuesto a que ni siquiera se te para.

Lejos de sucumbir ante la presión, ahora ríe desafiándolo aún más.

—Ella la gozó mil veces, me la chupó incluso más veces que a ti.

Dominio. Golpe bajo. Sus ojos se incendian de golpe haciendo que contraiga con fuerza los puños, pero no es más hábil quién maneja perfectamente un arma sino quien sabe utilizar los pensamientos.

—Adrián. —Intento evitar una masacre.

Su silencio me hace ruido, la mirada le cambia cuando sonríe como un maldito sádico. Sus ojos perturbadores parecen disfrutarlo, me toma segundos volver a respirar cuando escucho una bala explosionarle en sus partes más frágiles.

Supo controlarse. Lo hizo con gran gusto y no sucumbió ante sus provocaciones por más que se retorcía por dentro. Adrián nunca decepciona, quién sabe cómo demonios usa su inteligencia. A veces parece tan impulsivo y otras tan frío que aún no logro calar completamente su mente, lo cierto es que utilizó esa rabia con astucia.

—No vales ni una mierda.

Su mano se llena de sangre y con la misma le da un puñete en el rostro destruyéndole la nariz para luego presionar su cuello y levantarlo contra la pared. Ni si quiera sé si Darío respira, su piel se pone morada por la asfixia que le produce la presión de Adrián ahora mismo.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora