22. En llamas

108K 8.2K 9.2K
                                    




Quiero agradecer de corazón a todas las personas que promovieron esta maratón y quienes recomiendan día a día mis novelas. Gracias Ruth, a mis admis, las intensas del grupo de WhatsApp y mi clan favorito. A todas ustedes mi amor por siempre. Espero les haya gustado.




"El amor no es la puta frase bien escrita, ni tanto mentir es la nueva verdad." D.S

Bianca

Shock, el cuerpo se me paraliza.

Trago saliva con la adrenalina a mil, el cuerpo erizado y mis ganas de matar al límite. Tic, toc, tic, toc mi reloj mental apuntando a mis nervios más sensibles. Tic, toc, tic, toc ¡Muerte y venganza!

De un tirón agito mi trasero hacia atrás golpeando el estómago de mi verdugo. Tic, toc, tic, toc ¡No hay más tiempo! Tic, toc, tic, toc... ¡Vivir o matar! Freno sus movimientos, bloqueo su respuesta con mis brazos, grito, arraso, apuñalo, muero en el intento cuando por fin mi vista se entrelaza a sus ojos.

—Adrián... —trago amargura confundida, me horrorizo ¿Acaso estuvo aquí todo el tiempo? ¿Y si llegó a ver los papeles con su nombre?

Contraigo el estómago, su mirada se dirige hacia el papel que ahora se hunde en el agua. El barco está inundado, agua corre por nuestras piernas. Hay gritos, descontrol, silencio ¡Lo va a ver! ¡Lo va a ver y siento que voy a destruírme! Mi frente suda, el pedazo de hoja se pierde en la corriente, me quita los documentos.

Respiro, mi corazón se altera. Guarda los papeles en un maletín impermeable para resguardarlos. Aún no puedo moverme del shock, aún no puedo dejar de pensar en lo que ví escrito. Tengo tanto que decirle pero de impotencia no me salen las palabras.

—Teníamos un trato y no lo cumpliste. Te escapaste de mí como si te estorbara. Te recuerdo que no estás en esto sola, también tengo intereses en estos documentos. No solo tú quedarás libre de Nicolini  ¿Qué quieres? ¿Demostrar que también sabes apretar un gatillo poniéndote en riesgo de esta manera?

No puedo creerlo, de pronto el shock se vuelve impotencia.

—Yo no le tengo que demostrar a nadie nada —lo pego contra mí hirviendo en cólera—. Tenía que venir por estos documentos ¿O qué? ¿Esperabas que le deje el camino libre a quienes quieren matarme?

—¡Fuiste muy imprudente!

—¿A dónde se te fue la inteligencia? —alzo más la voz— ¿A lo que tienes entre las piernas? ¡Arruinaste todos mis putos planes!

—¡Ese viejo te tocó más de la cuenta! ¡Te lo advertí!

—¿Y qué querías que hiciera? ¿Que le dijera... "Oh, no, viejo asqueroso. No me toques porque tengo un maldito enfermo mental celándome"? —ironizo.

—Múevete —ordena.

—¡No me muevo! ¡Tú no me ordenas! —grito.

—Bianca, nos siguen buscando ¡Exploté dos de sus laterales, este barco se hundirá pronto!

—¡Pues me importa una mierda! No eres mi dueño como para venir a tirarme órdenes como si fuera tu puta. Yo no bajo la cabeza ante nadie ¿lo entiendes? Y tampoco necesito que me trates como si fuera indefensa.

—¡Bianca! ¡Demonios!

Un grito es lo último que escucho, porque enseguida su brazo me retorna a él tomándome del cuello hasta agacharnos ante las mil balas que ruedan por nuestras cabezas. Las alarmas suenan, los pasillos se infectan de rojo, sangre y tiros por todos lados nos obliga a salir gateando.

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora