5. El cazador cazado.

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Las malas lenguas crean chismes, las buenas solo dejan orgasmos...

Bianca

Mi mente se paraliza a la par de todas las partículas de mi cuerpo cuando la veo aquí, peor junto a él.

Abro los ojos con fuerza intentando sobreponerme rápido, pero me desenfreno. Me altero perdiendo la cabeza; Tomo su brazo, la arrastro hacia otro lugar enfrentándola a mi sin dudarlo.

Hija de puta.

Nuestras miradas se cruzan y solo sonríe. La reverenda Francisca se suelta en un acto impulsivo hasta que posa sus ojos venenosos en mí de forma impaciente. Quiere dinero, claro está, más dinero. Me obligué a ignorarla pensando que jamás iba a atreverse a venir.

—No estoy jugando, Bianca. —gruñe.

—¿Qué quiere? ¿Más Dinero? —mascullo en voz fina y ella sonríe.

—Dios es justo, querida. Justo —asiente—. Justicia para el niño, es lo único que me motiva. —Suspira y me quedo mirándola controlando mi respiración.

—Soy la benefactora de todos esos niños, no uno más, ni uno menos.

—A veces no alcanza. Dios nuestro señor lo sabe —pega su mano en el pecho—, hay pecados que nunca dejarán de existir, querida.

—Maldita Zorra.

—Cuida tus palabras, no blasfemes. Sabes muy bien a qué me refiero. Todavía me parece ayer cuando llegaste al convento con todas tus culpas.

—Le haré llegar el cheque apenas regrese a Milán —miro de reojo a Adrián, quien nos mira sigilosamente—. Lárguese.

Sonríe.

—Ahora entiendo, querida, entiendo. Dios te lo pagará también, cariño —me abraza y en un un acto rápido masculla en mi oído su nombre haciendo que todo en mí se desvanezca.

Me despego de ella frustrada, intentando retener la rabia que empieza a nacer en mi garganta, entonces le sonrío y vuelve a mí aquella máscara.

Gira su cuerpo dando dos pasos hasta que se detiene.

—El señor te guarde, Adrián. —Pronuncia asintiendo hasta que se va.

Maldita sea.

Mis pies se giran de forma inmediata dándole la espalda a Adrián, pero vuelvo a sentir su rápida mano sobre mi brazo. Me suelto en un movimiento brusco, dándole la cara.

—¿Qué pretendes, Bianca? ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué demonios sabe mi nombre? ¡Qué demonios tienes en la cabeza! —alza la voz.

—Cierra la boca, estamos en una zona...

—¡Me importa una mierda! —sigue siendo un animal—. Vas a decirme qué planeas, lo harás ahora. ¿Tiene que ver con mi isla? ¿Con mi gente?

Hay furia en sus ojos, la misma que no podré contener a menos que tenga una buena explicación para ello. Mis tripas se vuelven demonios queriendo sostenerme, pero es imposible.

—No voy a lastimar a tu gente.

—Estaré vigilándote —baja sus dedos de forma pausada por mi brazo haciendo que todo en mí se irrite.

El silencio nos guarda, entre abro mis labios sintiendo que mi centro de irrita de excitación. Me provoca su rabia, se puede ir al infierno con la mía. Pego mis labios para evitar morderlo, él me mira embriagado de deseo.

¡Maldita sea! ¡Somos unos enfermos! Peleando, odiándonos, declarándonos la muerte y a la vez con deseo.

—Juegas con fuego Adrián... —voy al grano en señal de advertencia— ¿Qué quieres? ¿Molestar? ¿Vengarte?

Peligroso deseo © [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora