— ¿Cuándo se van a ir los alumnos de intercambio? — pregunto Manuel resignado sobre una mesa.
— Ni la menor idea— respondió Edgar mientras se ponía una cucharada con comida en la boca.
— No lo sé, pero parece que ya estás de mejor humor— respondió Sebastián mientras tomaba agua.
— Por cierto, ¿Por qué estás aquí? — pregunto Edgar a Manuel.
— Pues vi que venían a comer, y pues como no quiero ir a mi casa pues decidí acompañarlos— explico Manuel con tranquilidad mientras alzaba la mirada y veía a los otros dos chicos comer.
— Uno ya no puede comer tranquilo— se quejó Edgar antes de empezar a reír.
— ¿Y ahora por qué no quieres ir a tu casa? — pregunto Sebastián mientras se ponía comida en la boca.
— No sé, simplemente no tengo ganas— contesto Manuel mientras se encogía de hombros.
— Mientras no tengas nada que hacer, entonces todo bien— dijo Sebastián mientras seguía comiendo.
— Si, no tengo nada que hacer— dijo Manuel mientras desviaba la mirada.
— ¿Es enserio? — pregunto con incredulidad Sebastián a su amigo.
— Enserio— dijo riéndose por haber causado desconfianza en su amigo.
— No sé por qué no te creo— dijo con aún con incredulidad.
— ¿Qué hay de tu tarea? — pregunto Edgar.
— Shhhh— lo callo Manuel haciendo la típica seña de "silencio".
— ¿No piensas hacer tu tarea? — pregunto Sebastián.
— Si la pienso hacer— se defendió Manuel— pero no ahorita, al rato, en la noche— dijo mientras sacudía su mano restándole importancia, y así ganándose una mirada de molestia por parte, nuevamente, de Sebastián— que, si la voy a hacer, pero no ahorita— volvió a decir.
— Pero si no dije nada— se quitó de encima las palabras dichas por su amigo.
— Pero lo pensaste— dijo Edgar.
— No— contesto Sebastián moviendo los ojos de un lado a otro como seña de culpabilidad, lo que causó gracia a los otros dos chicos y solo se rieron.
Después de un rato terminaron de comer y se fueron del comedor, Manuel se fue a su casa debido a que sus clases ya habían terminado, mientras tanto los otros dos chicos caminaron de regreso a la escuela, dónde a uno de ellos les esperaba una sorpresa.
— ¿A quien le toca invitar las paletas? — preguntaron al mismo tiempo.
— A ti, ¿no? — pregunto Edgar.
— Creo que sí, vamos— dijo Sebastián mientras se dirigían al puesto de paletas.
Una vez compradas las paletas entraron a la escuela mientras las comían, iban pasando por la plaza cívica cuando una paleta, lamentablemente, murió.
Edgar iba caminado con la paleta en la mano mientras le explicaba una historia que había leído recientemente, al ir tan distraído choco con alguien causando que la paleta que a medio comer que traía en la mano terminará en el suelo.
— Mi paleta— fue todo lo que dijo Edgar y después volteó a ver a la persona causante de ese accidente.
— Perdón, no te vi— se disculpó, aunque el tono que ocupo no demostraba que realmente lo sintiera.
— Mi paleta— volvió a repetir mientras la señalaba.
— Luego te compro una, no te quejes— dijo algo molesto Aarón.
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Eight beating hearts
RomanceLa vida de 4 chicos se ve completamente alterada por otros 4 chicos, que vienen de intercambio desde otros países. Una historia basada completamente en la fantasía, y uno que otro suceso de la vida cotidiana de cualquier adolescente.