25. Cortar la cadena de odio

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Día 12: Pretemporada

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Día 12: Pretemporada.

Fue a la mañana siguiente, muy temprano, que tocaron el timbre de nuestro apartamento. Yo, que ya había estado dando vueltas alrededor de la cocina mientras intentaba descubrir cómo encender la máquina de café de Michael, fui a contestar inmediatamente. Esperanzada.

Midas salió disparado detrás de mí, enroscandose entre mis piernas caprichosamente.

- No podían ser unos completos imbéciles. Vienen por Michael, lo hacen - le iba diciendo, recibiendo largos y ruidosos maullidos como respuesta - Sabía que debía haber alguien decente en medio de esos tontos engreídos y groseros. Y yo nunca me equivoco, querido.

Respire profundo e imprimí un tono afable al presionar el botón del comunicador.

- ¿Si?

- Es Achebe, pequeña.

- Oh.

Argh.

Idiotas.

- Entra - toqué el botón que precedió al zumbido eléctrico de la puerta de abajo abriéndose.

Solo bastó una breve mirada de su parte a mi rostro cuando entró en el apartamento para que notara que mis ojos chispaban y el malhumor flotaba por encima de mi cabeza como el presagio de una tormenta sobre un día de verano.

- Ya veo - besó brevemente mi mejilla y pasó su gran brazo sobre mis hombros antes que le indicara que me siguiera a la cocina. Él puso en mis manos una bolsa de papel craft con lo que por el olor debían ser buñuelos recién hechos.

- Gracias, grandote. ¿Qué tal está Ari?

- Me ha dicho que aún estas muy flaca y que te lleve a comer el domingo, a Fiona, Michael y Drew también. Y que tienes toda la razón - se alejó cuando llegamos a la isleta de la cocina para sacar un taburete pero antes de detuvo y bajó su barbilla para enseñarme su también mueca malhumorada - Ten por seguro que rodaran algunas cabezas más tarde. Con o sin reseca los haré vomitar sus pulmones en el campo.

Ni siquiera me inmuté por la amenaza que sin duda se cumpliría. No sentía ni un poquito de pena por sus estúpidos culos egoístas. Por ninguno.

- Entonces fue grande la celebración - comenté.

- Yo lo llamaría más como una monumental estupidez, ni siquiera ha empezado la temporada - él no llegó a sentarse en el taburete sino que rodeó la isleta y fue a mi lado cuando la máquina comenzó a emitir un alarmante pitido.

- Aparato infernal, no logro comprender como hacer nada... - murmuré entredientes.

Él se echó a reír desde lo profundo de su gran pecho. Parte de la ferocidad anterior dispersandose en el aire.

- No creo que el Diablo haya creado la máquina de expreso, pequeña - tocó un par de botones y entonces casi mágicamente comenzó a preparar una jarra - Allí.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora