14. El Quarterback

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El rector me hizo llamar menos de cinco minutos después, su voz cansada y tensa quedó opacada por los gritos estridentes de Marshall en el fondo de su oficina, además también enviaron a Pierre como si temieran que me negara

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El rector me hizo llamar menos de cinco minutos después, su voz cansada y tensa quedó opacada por los gritos estridentes de Marshall en el fondo de su oficina, además también enviaron a Pierre como si temieran que me negara. Pues hasta yo tenía que cumplir órdenes allí, aun con mi actitud de bravuconeria estaba allí por la paciencia del rector Cox y la insistencia de Eden. Le di una última mirada a Powell con la promesa de que mañana temprano cumpliría la apuesta. El tiempo le serviría más a él que a mí pero adivinando, estaría presumiendo de su fácil victoria todo el tiempo hasta entonces.

Miré todo el lugar una vez más, el centro deportivo había sido renovado hacía unos pocos años y habían construido esa cancha de prácticas techada con amplias paredes de hormigón blanco, césped sintético de verde limón, luces blancas a lo largo del techo de cúpula y una sola gradería en el sector oeste. La puerta del sur daba hacia uno de los gimnasios colectivos, tenías que atravesarlo para llegar a los vestidores y las duchas, las dos de la pared contraria llevaban hacia las oficinas administrativas y la confección con el estadio.

Tendría que acostumbrarme al lugar, a la extensión de campo abierto encajonado por techo y paredes. Siempre había preferido los campos al descubierto, una parte fundamental del juego es sentir las condiciones del clima, el viento contra tus mejillas o el sol cegandote.

Y era curioso que sintiera reticencia por el lugar pero no por los jugadores, aún cuando se habían dispersado podía sentir sus miradas y especulaciones sobre mí, decidiendo su siguiente movimiento ya sea en individual o grupalmente. Pero aún así nadie se encontró con mi mirada.

Pues bien.

Me bajé de la silla y guardé mi celular en mi bolsillo cuando note que se acercaba Anger viéndose irritado. Su rostro siempre había sido fácil de leer, al ser el menor de los hombres siempre había quedado renegado a quedarse conmigo mientras Gega y Claude iban de aventuras y siempre creí que sería el que me perdonara más fácilmente pero no había ido ni una vez al hospital. Ahora que lo veía con mi propios ojos confirme el hecho de que ya no era un niño, me sacaba cabeza y media y el doble de hombros, además se había dejado el cabello largo en una coleta y una barba.

Los vikingos Gallagher los habían llamado las enfermeras.

No estaban muy lejos de la verdad.

- Que bueno verte, Angie.

Él perdió un paso, tomado por sorpresa por el mote.

- No me llames así.

Me eché a reír.

- Oh, cierto. Ahora eres un rudo defensivo - le sonreí a sus mejillas sonrojadas, él tenía un rostro muy expresivo. Miré más allá donde Gega también se acercaba - ¡Gegie!

- Joder, Lara - hizo una mueca en medio de su expresión inalterada.

Me la estaba pasando genial esa mañana.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora