11. La Yarda Veintiséis

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El césped tenía ese tono de verde intenso que casi podías oler aunque se tratase de una fotografía, las butacas blancas y negras como un domino en las tribunas creaba ese extraño contraste que había notado desde el principio

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El césped tenía ese tono de verde intenso que casi podías oler aunque se tratase de una fotografía, las butacas blancas y negras como un domino en las tribunas creaba ese extraño contraste que había notado desde el principio. Era como estar dentro de un tablero, en ese estadio antes sabías que posición debías jugar y que debías hacer. Antes del incendio.

Ahora era sofocante la presión, podrías estar en medio del césped pero allá adonde mirases había blanco y negro, lanzandote a la cara que ya no tienes una posición y no tienes ni idea de que hacer.

En ese momento había un solo hombre en el campo, en diagonal con la yarda veintiséis de hemisferio sur, solo con una camiseta y pantoncillos en medio de la fría noche. Pero él estaba en calor, había dado al menos unas cincuenta al perímetro, yo había dejado de contar luego de veintiuno cuando se hizo evidente que no se detendría.

Quiero decir, él si se detuvo. Cada tanto paraba justo en el mismo lugar, la yarda veintiséis del sur, apoyaba sus manos en sus caderas y miraba hacia las gradas durante un rato, en un inicio creía que estaba considerando correr a través de ellas. Solo Dios en el cielo sabe que si lo que buscaba era desplomarse exhausto con un ataque fulminante subir y bajar las trescientas filas un par de veces era lo necesario.

Pero entonces él se pasaba una mano por su rostro y su cabello hasta dejarlo de punta, que apesar de la distancia podía ver que goteaba furiosamente sudor, y emprendía su marcha de nuevo.

Otras diez vueltas, ¿Por qué no?

Entonces me pregunté, ¿Por qué ese mismo punto? Y mientras se detenía de nuevo, está vez con sus manos en sus rodillas y todo su cuerpo tembloroso saqué mi teléfono y busqué en youtube.

Y lo comprendí.

La yarda veintiséis fue donde Wayne y ese legendario equipo había hecho su última jugada que les aseguró un puesto en semifinales. Estaban a un gol de campo por debajo de Pensilvania, con doce segundos en el reloj pero una tercera y veinte sobre sus cabezas luego de una castigo especialmente doloroso. Necesitaban la veintiséis para una patada masomenos fácil pero con el clima en contra, todo lo que podría ponerse mal estaba mal pero hicieron todo lo que debían hacer bien.

Wayne lanzó, se abrió un carril para que Gega corriera su trayectoria hacia adentro y sin siquiera mirar la bola, totalmente de espaldas, la atrapó para entrar a la zona de anotación y ganar el partido. Los highlights en youtube lo repetían al menos tres veces desde cada ángulo que cada cámara en el lugar pudo tomar, tenía sesenta millones de reproducción y los comentaristas de Espn alababan la conexión mágica de Gega con Wayne.

Pero yo vi la estrategia en el fondo.

Lo vi a él.

Las luces lo iluminaban desde los cuatro costados creando sombras entorno a él, como si en lugar de un solo hombre fueran cinco moviéndose en perfecta coordinación, aun con sólo una camiseta empapada yo podía verlo con todo su equipo abriéndole el carril para que Gega lograra pasar la barrera de defensivos en esa jugada.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora