7. Subir Al Cielo

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Sentía una opresión en el pecho cada vez que estaba con ella. Era como si algo estuviera peleando el espacio vacío de mi pecho cavernoso, insistiendo un poco más cada instante. Ganando terreno.

Me gustaba pensar que nuestra relación ya era de amistad apesar de mis lapsos de malhumor y sus propios momentos melancólicos. Necesitaba tener algo con ella a la que pudiera ponerle nombre.

Amigos era lo más inocuo que se me ocurría. Compañeros de dolor lo más pesimista.

- ¿Jack? - preguntó Lara en medio de la noche, cuando ambos ya estábamos en nuestras respectivas camas.

Hice un sonido en el fondo de mi garganta, algo entre un gruñido y un resoplido, si era posible tal cosa.

- Nadie me llama Jack - admití .

- ¿No? -se acercó al borde de la cama para mirarme

Hice una mueca.

- No, nadie.

- A mi me gusta - dijo Lara a la ligera.

A ella le gustaba todo. Pero sabía que no se detendría allí, en la madrugada es cuando se hacen confesiones. Cuando se crean los mejores recursos.

- Más allá del nombre en sí me gustaba el reconocimiento que te da como persona. No eres el número de tu camiseta, no eres el apellido de tu padre o la historia de tu familia, no eres un rostro anónimo en la multitud. Para mí eres Jack.

Me estremecí como si en ese mismo momento, allí acostado en el frío y duro suelo una rayo hubiera atrevasado el techo para caer directo en mi pecho.

- No deberías decir esas cosas, Lara - susurré.

- Últimamente me he callado muchas palabras que daría cualquier cosa por decir a personas que ya no están - sus ojos reflejaban la noche con todos sus demonios y esperanzas - No me pidas que lo haga ahora.

- Nunca podría hacerlo.

Ella asintió suavemente y nos encontramos por un largo rato solo mirando el techo, en lugares muy remotos pero haciéndonos compañía. Era esto de lo que ella hablaba al compartir nuestra soledad.

- ¿Tienes familia, Jack?.

Respire profundamente.

- Mis padres viven en Liberty y creo que mis hermanos también - me miró con el ceño fruncido lo que me llevó a explicarme mejor - No los he visto en cinco años, mis padres nunca se irían de Liberty pero supongo que Grier y Dave están en la universidad. No lo sé con certeza.

- ¿Son menores que tú? - asentí - Siempre quise saber que se sentía tener un hermano menor.

- Los menores son un asco.

- Yo soy la hermana menor - replicó.

- Y si le preguntara a tus hermanos​ estarían de acuerdo conmigo, Farolito - me giré sobre mi costado para mirarla de frente, su mirada se volvió más abierta y sincera como el chocolate se derrite al fuego - Cuando nacen sientes como si tu vida hubiera sido invadida por una cosa diminuta que llora a todas horas, vomita y duerme. Lo odias un par de horas y luego quieres competir para que esos grandes y brillantes ojos se fijen en ti y te hagan sentir un poco menos solo en el mundo. Si, son un asco.

Puso sus manos debajo de su barbilla y sonrió levemente de esa manera soñadora en que mordía su labio inferior y sus ojos parecían dos joyas gemelas.

- ¿Que se siente ser el hermano menor? - pregunté con auténtica curiosidad.

Sonrió más.

- A veces es como si fueras el rey del mundo.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora