Nunca, nunca tires un pase a un jugador con doble cobertura.
Nunca, nunca beses a la novia de tu mejor amigo. Y si lo haces, intenta no hacerlo dos veces.
Nunca, nunca digas que no a una tarta de manzana de la esposa del coach. Se pone sensible.
Y nunca, nunca jamás aceptes un regalo del cielo.
Aun menos si viene en forma de un ángel de rostro majestuoso y unos adorables labios besados por cupido.
Porque tarde te darás cuenta de que no es un regalo del cielo, es una trampa del infierno.
O el de arriba debía tener mucho sentido del humor y una pésima puntería como para mandarme a uno de los suyos a mí, precisamente a mí de todas las personas en el mundo.
Golden, el grande y baboso perro dorado comenzó a dar vueltas alrededor del cuerpo inconsciente de la mujer.
Una mujer torpe, si alguien me lo quiere preguntar.
¿Quién puede estar tan jodido como para lanzarse a un lago congelado?. Alguien temerariamente estúpido o estúpidamente temerario.
La acción de un loco.
Y aun más loco quién se lanzó a sacarla.
Sacudí mi chaqueta empapada; hilos de hielo comenzaban a bajar por las mangas, poniendo rígida toda la prenda. El frío mordía mi piel como pequeñas pirañas mientras que más pensamientos revoloteaban mi cabeza como pájaros avivados por la lluvia.
Tenía el rostro de un ángel, eso era cierto; pero tenía el cuerpo de un espantapájaros.
Me incliné y rodeé los hombros de la muchacha con mi chaqueta, asegurándome de tapar hasta la punta de sus orejas. Sin perder más tiempo me la eché al hombro y comencé a andar hacia mi cabaña con Golden guiando el camino.
Que nadie diga que Jackson Forbes no tiene humanidad.
Tal vez una humanidad cubierta por una barbaridad de cabello, mi barba comenzaba a rozar el pecho y mi cabello hacía rato había sobrepasado los hombros pero realmente que importancia parecer un jodido grizzly cuando los únicos seres que se me acercan iban a cuatro patas y con la lengua afuera la mayor parte del tiempo.
Además de que ya tenía muchas cargas en mi conciencia como para dejar un el cadáver de un ser divino flotar en el lago. Tan malditamente cerca de mi puerta.
Su peso era casi ilusorio, como si en lugar de una persona con huesos, músculos y órganos estuviera cargando un saco de patatas, zanahorias y berenjenas. Por un instante sentía como que se estaba desvaneciendo en mis brazos. Empujé la puerta con la bota, desprendiendo una capa de hielo que se había acentado en los bordes los pocos minutos que había salido. Una vez Golden, la muchacha y yo adentro cerré ambas puertas, la de roble y la contrapuerta. Avancé hasta la habitación, el único lugar con chimenea en toda la casa, dejé a la chica en el centro de la cama mientras avivaba más el fuego. No con menos gruñidos fastidiados, quité la chaqueta de sus hombros junto con la que ella traía, la acerqué más al fuego dejando solo una delgada línea para evitar que se prendiera en llamas.
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El Quarterback Y Yo
Teen Fiction¿Escuchas eso? Son los últimos segundos en el reloj, el ruido ensordecedor de la multitud y la última oportunidad para un touchdown. Apasionado. Fuerte. Ágil. Taciturno. Inestable. Temeroso. Culpable. Robusto. Dispuesto a recorrer el infierno para...