3. Demencia

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Esa mujer estaba loca.

O sino como se explicaría que saliera temerariamente en medio de una monumental tormenta de nieve sin suéter y sin zapatos.

Estaba loca y si continuaba en mi casa me volvería loco a mí.

- ¿Que demonios está haciendo? - gruñí para mi mismo avanzando hacia donde la muchacha se encontraba inclinada en la nieve.

Cuando llegué hacia ella no se detuvo, solo articuló algunas oraciones inconexas sobre su hombro sobre entierro y cachorro, lo suficiente para que me doblara en una rodilla sobre la capa de hielo y hundiera mis manos en la nieve.

Aun refunfuñando sobre la locura de algunas personas.

Lo primero en aparecer fue una diminuta oreja con cabellos dorados.

- Oh dios mio - sollozó.

Con mucho cuidado comenzamos a quitar la nieve de encima del pequeño cuerpo peludo, los vivaces ojos estaban cerrados y su cuerpo estaba espantosamente inerte.

Ambos nos quedamos congelados al presenciar tan terrible escena, cualquiera que tuviera un corazón que latiera se habría conmovido en aquel momento.

- ¿Está vivo? - la voz de Lara se quebró.

Estiré las manos y tratando de ser delicado-tan delicado como una mole- tomé al animal de en medio de su cama de nieve.

- Apenas.

Lo coloqué en los brazos de Farolito, quien, a su vez lo acercó a su cuerpo y lo envolvió con su camiseta.

En ese instante ella levantó la mirada hacia mí, una mirada llena de lágrimas y por primera vez no vi a una desconocida espantosamente delgada, patosa, impertinente e impulsiva.

Si no que vi a una chica de las uno quisiera tener en su vida.

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Había tormenta, como lo había supuesto.

Luego de casi un año de vivir allí en medio de la nada, ya conocía lo que debía de hacer cuando la nieve subía de nivel. Me encontraba cubriendo las ventanas con madera cuando me encontré con que Lara estaba afuera, me había levantado temprano para recolectar suficiente comida y leña para algunas semanas.

No era nada que no hubiera hecho antes.

El problema era que había una intrusa en medio de mi guarida oculta.

Observé a Farolito que mecía al cachorro frente al fuego, no se había movido de allí desde que regresamos hacía medio día. La escena me había conmovido más de lo que alguna vez admitiría.

Ella apenas se estaba recuperando de hipotermia cuando había salido en trompa para salvar a otro ser de una muerte inminente, cuando la encontré estaba escarbando con sus propias manos en la nieve.

Desesperada.

Fue un acto impulsivo, sí.

Después de todo solo era un animal que siquiera apenas conocía. Pero nadie podía negar que la chica era valiente y leal.

Podía ver porque Wayne la adoraría, siempre había sentido debilidad por las personas con gran espíritu y nobleza.

Y aunque sonara rastrero, yo siempre había sentido debilidad por lo que tenía Wayne.

Me acerqué a ella, sosteniendo una taza de leche caliente y una manta de franela bajo el brazo. Puse la manta en el suelo, frente a la chimenea junto con el pequeño tazón de leche.
Lara levantó la cabeza de donde dormitaba incómodamente y me miró confundida, sus rasgados ojos cafés reflejaban las llamas cálidas de la chiminea, desafiando a mantener el contacto sólo a los más valiente.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora