4. Heroico

574 33 2
                                    

- ¿Dónde duermes?

Me había dado cuenta de que para seguir una conversación con ella debía abandonar la estupefacción inicial y responder directamente como si fuera una pregunta típica del clima.

- En el sofá, junto a la cama.

Lara sacudió la cabeza con los labios fruncidos, con ese aire de maternal reprobación muy propio de las mujeres. De donde lo sacaban, ni idea. Era una de esas cosas implícitas en la vida.

- Eso debe ser terriblemente incómodo - chasqueó la lengua y se dirigió a la puerta, yo pues la siguí hasta la habitación contigua, el dormitorio - Has dicho que la tormenta tardará al menos un par de días más antes de poder cruzar el lago, hasta entonces tengo la solución para que no sufras ni una noche más en ese espantoso sofá.

- No compartiremos la cama - negué categóricamente.

Ni en un millón de años. Infiernos jamás.

Lara se giró enarqueando una ceja, burlona. Si, burlona.

- No pensaba proponer eso - rodeó un lado de la enorme cama y levantó la sábana, con mucho esfuerzo intentó levantar el enorme colchón - Hay una pequeña colchoneta debajo de... de ésta enorme monstruosidad.

Observé como sus delgados brazos temblaban sin fuerza, no tenía ni una sola posibilidad, me acerqué y con un brazo levanté la monstruosidad. Ella me sonrió agradecida mientras sacaba el delgado rectángulo de abajo, con paciencia infinita lo colocó en suelo a un lado de la cama e hizo una improvisación​ de cama con ella en el centro.

De ninguna manera.

- Ahora yo duermo aquí y tú en tu cama - sonrió como si hubiera descubierto América.

Hice una mueca observando sus delicados huesos y la fina capa que los separaba del frío suelo. Solo Dios sabía cuánto bajaba la temperatura en la madrugada y ella apenas venía recuperándose de un episodio de hipotermia.

Reitero, de ninguna jodida manera.

- No...

- Tu mismo lo has dicho, solo son dos días a lo mucho. Yo estoy perfectamente bien en dormir aquí - dando por terminada la conversación colocó los lentes a un lado y subió las mantas hasta la punta de su nariz - Buenas noches, Jack.

Niña terca.
.
.
.

En cada noche había un sueño.

En cada sueño, una esperanza rota.

Ya había pasado un año y medio pero los remordimientos y la culpa seguían sobre mi cabeza como una nube perpetuamente gris, esperando cualquier paso en falso para vaciar toda su ira sobre mí, el cielo nunca es azul para los cobardes y yo lo era.

Eran las noches cuando mi mundo se venía abajo, cuando recordaba lo que intentaba fervientemente olvidar.

Un vertiginoso número. Almas apagadas. Toda una ciudad traicionada. Esperaba que ya nadie me recordara, no merecía ser recordado. Mi historia para ese entonces debería estar desvanecida como el humo en el aire después de dieciocho meses.

Pero mi alma era egoísta y mi corazón añoraba, el corazón que no conoció más pasión que el fútbol lo extrañaba como extraña un viajero a su hogar. El campo verde había sido mi casa y mis compañeros, mi familia, hubo un tiempo en que me había llegado a considerar orgulloso de ser yo mismo. El triunfo sabía tan dulce y parecía tan cercano.

Pero el tiempo había mostrado su inclemencia demostrando que nada es para siempre, ni siquiera la gloria.

Había fallado miserablemente y el heróico número 49 había fallado dejando ver al mediocre intento de hombre de abajo.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora