36. Por Favor. Por Favor.

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Día 24: Pretemporada

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Día 24: Pretemporada.

Y la tormenta llegó. Vi la decadencia de Forbes los últimos días y esa mañana supe que ya lo había perdido por completo. Había esperado afuera de la bodega durante hora y media pero no apareció, fui hasta su casa pero no la habían visto desde la tarde anterior, no fue a la universidad ni a la práctica grupal y ya para la tarde había estado tanto tiempo afuera buscándolo con el clima tempestuoso que Michael y Fiona me habían encerrado en casa.

Gran trabajo como guardaespaldas, Lara.

Esperé con el rostro pegado a la ventaba, afuera el frío invernal se arremolinaba y cada tanto crecía a una ráfaga inclemente para luego caer a una brisa serena; además del viento un débil sol coqueteaba con rayos alargados y, en su mayoría, intrascendentes pero que al menos iluminaban la ciudad.

Ellos, Fiona, Michael, Drew, Dave y Grier lo habían salido a buscar. Fiona y Michael me habían amenazado con no salir.

Por más crítica que fuera la situación yo no sería de mucha ayuda si tenía una recaída.

Entonces hice lo único que podía hacer. Esperar. Y la cuestión cuando esperabas era esa sensación de fría impotencia, esperar significaba no hacer nada, no hacer nada significaba resignación.

Yo no podía resignarme a que Forbes desapareciera.

Dios. Dios. ¡Dios!

Me separé de la ventana para exhalar profundamente.

— No hay nada de que preocuparse. No hay nada de que preocuparse — murmure para mi misma — Solo espera. Lara, solo espera.

Carajo.

— Lara... — dijo Thiel.

Me tomó varias respiraciones profundas antes de que lograra ubicar a Thiel a mi espalda, me giré para mirarla, con sus pies apoyados en una pila de almohadas, extendida en el sofá y con la pequeña Susie en sus brazos era la viva imagen de la serenidad. No me ayudaba mucho.

Quería movimiento, acciones o al menos un poco menos de resignación. Claro que me preocupaba por él, estaba a punto de tirarme de los cabellos por la angustia.

— Esto es mi culpa — dije volviéndome para mirar de nuevo por la ventana. Afuera no había actividad alguna.

— Es culpa del bastardo de su padre — aseguró, compasiva — Un bastardo que, por cierto, no ha aparecido pero ya está haciendo estragos.

— Pero si yo no lo habría hecho regresar no lo habría encontrado.

Yo había causado esto, yo lo había empujado esto, yo y mi ego. Estúpida.

Papá estaba equivocado, yo no debí hacer nada en primer lugar. Malditamente nada.

Aun menos hacia él.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora