Decir que Forbes se tomó la noticia mal era un eufemismo. No había explotado físicamente, se había quedado inmóvil mientras Marshall anunciaba la noticia al resto del equipo y sus consecuentes implicaciones. Inmóvil del tipo que parecía haber sido tallado en piedra pero con un burbujeante fuego dentro de él. Había clavado en mi una mirada furiosa, más que eso, incendiaria. Tanto así que como una cobarde había huido inmediatamente después y enfrenté del resto del día con una resuelta - y fingida- tranquilidad. Como si no hubiera sido alcanzada por un rayo, incinerada hasta los cimientos y luego lanzada al viento. No a una brisa apacible que le daba tranquilidad a las personas, un viento huracanado que destruía todo a su paso.
Si antes no lo hacía, ahora sin duda lo hacía. Me odiaba. Me odiaba con toda la intensidad que un hombre de su tamaño y espíritu era capaz de sentir.
Con una respiración entrecortada apoyé mi espalda en la butaca tras de mí, el frío poliestireno hacia poco para reconfortarme y más bien me infundió un terrible frío paralizante.
Morirás joven...
¿Pero por que esas palabras me asaltaron en ese momento? ¿Por qué cuando debía sentirme más viva que nunca?
Pero no. La respuesta vino rápido a mí.
Habían muchas formas de morir aún cuando el cuerpo no lo hacía. Podías morir un poco cuando alguien muy importante para ti moría, podías morir cuando perdías el sentido de la vida y tu existencia, podías morir cuando ese aprecio tentativo que comenzaba a fluir entre dos personas se convierte en odio.
¿Qué es lo contrario al amor?
El odio, dirían muchos. Emociones muy similares en cuanto a la intensidad con la que los sentimos, con la pasión con la que lo transmitimos. Porque no se puede quedar quieta, debe salir.
Forbes me odiaba y ahora lo demostraría.
— Y él no es alguien que haga las cosas a medias.
Miré a mi izquierda, sentado a unos tres asientos de distancia estaba mi padre. Su omnipresente camiseta gris con verde de Greenbay puesta en su lugar, sus pantalones flojos y una gorra simple en negro lo hacían casi real, con un brazo apoyado en el respaldo del asiento izquierdo inclinó su cabeza de cabello negro muy corto hacia mí, esa sonrisa imperceptible curvando sus labios.
Dios.
— Sabes que lo digo es cierto, Larie.
Suspiré profundamente.
— Lo sé, papá.
Él pudo ser de cerca la persona que más conoció al enigmático y táctico Jack Forbes. Papá era un mentalista profesional, por algo estaba allí en ese momento; en el estadio, en la penúltima fila de la gradería oeste justo en diagonal a medio campo. El lugar favorito del Coach para planear como conquistar el mundo. O el siguiente partido, en su defecto.
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El Quarterback Y Yo
Teen Fiction¿Escuchas eso? Son los últimos segundos en el reloj, el ruido ensordecedor de la multitud y la última oportunidad para un touchdown. Apasionado. Fuerte. Ágil. Taciturno. Inestable. Temeroso. Culpable. Robusto. Dispuesto a recorrer el infierno para...