24. Veintiséis

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Día 11: Pretemporada

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Día 11: Pretemporada. Partido contra la Universidad de Roseland.

Los números en el tablero parpadearon hasta que cambiaron, el marcador volvía a ser en contra de las sombras.

Estabamos abajo por seis puntos en los minutos finales del último cuarto, el balón en la yarda diez con muy poco espacio para movimiento, en ese momento mientras entraba con la ofensiva hice lo mismo que había hecho cuando entré al campo después de la patada inicial; me detuve un momento, cerré los ojos dejando que el frío aire circulara en mis pulmones y que las luces del estadio golpearan mi rostro, aun con el techo del estadio cerrado el invierno calaba en mis huesos pero mi corazón se sentía caliente e hiperexaltado.

Cada toque, cada sonido y cada imagen se sentía mil veces más estridente. Esto es el juego. El deporte. El momento en el que descubrías porque estabas vivo y que la vida era buena. En el que no quisieras ser nadie más en el mundo.

— Dios mío — susurré en el interior de mi casco.

— Pequeños pasos — había dicho Lara cuando salí de la banca.

Y eran pequeños pasos los que nos habían llevado allí. A ser contendientes en el partido y no estar abajo por veinte puntos.

Eso y la terquedad contagiosa del pequeño demonio con gafas.

Abrí los ojos y me dirigí a la línea de scrimmage, el objetivo más próximo era salir de la zona comprometida, debía de hacerlo. Podía hacerlo.

Hice un gesto hacia mis compañeros, puse una rodilla al suelo y comencé a hablar.

— 3-2, púrpura en el suelo... — mientras decía la jugada me dí cuenta de que nadie me ponía atención. Puede que para mí y para Lara esto fuera un logro pero los demás eran unos malditos culos avariciosos que querían la victoria.

Incluso podía escuchar a Marshall gritar en mi oído por el auricular del casco. Habían unas cuantas cámaras en el estadio que querría impresionar.

Geo había dicho una vez que una victoria en el marcador no significa que un equipo ganara el partido . En lo que a mi respecta yo ya había ganado ese partido cuando salí y esa sensación se coló por mis venas, cuando había visto a Lara saltar y chillar en el borde del campo cuando Dave corrió para nuestra primer anotación. Eso era todo lo que necesitaba mi corazón para volverse loco.

Y solo cuando comprendieran eso es que podríamos comenzar a mover el marcador.

Con un gruñido me quité el casco y lo golpeé contra el césped, el sonido fuerte y contundente hizo que todos los hombres que formaban el círculo se volvieran a mirarme, esperé hasta que todos pusieran su completa atención para repetir:

— 3-2, púrpura en el suelo, ¿Entendido?

Murmullos entre dientes se alzaron después de eso, recogí el casco y me lo puse con un ceño fruncido a cada rostro mientras nos poníamos en formación. Justo detrás de Camden y Méndez a unos seis pasos tras de mí, dos receptores salían por pase de engaño porque obviamente debíamos correr. Lo sabíamos.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora