Segunda Parte: Morir Joven

315 18 2
                                    

Una vez fui con una aparente bruja y me dijo dos cosas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vez fui con una aparente bruja y me dijo dos cosas.

La primera, mi madre biológica estaba muerta. La segunda, yo iba a morir joven, justo como ella.

En ese momento, un oscuro cuarto con olor a arenque en mal estado con paredes cubiertas por tapices mohosos y con el techo tan bajo que no podía estar completamente erguida, la primera declaración tuvo más impacto sobre mí porque fue el punto culminante de una larga búsqueda por varias ciudades europeas y asiáticas por una mujer sin nombre y sin rostro, debía existir. Toda persona tiene una madre. Pero no había considerado que estuviera muerta hasta ese momento, tenía muchas respuestas que dar para que estuviera muerta. Que darme.

Pero esa mujer con un turbante horrible en la cabeza y ojos tan grises como un rayo en el cielo me lo dijo. Y le creí.

La segunda declaración no la tomé en cuenta, porque las personas no aceptan que otras personas le digan que van a morir. No cuando apenas tienes diecisiete y estas en plena civilización moderna. Y en sí era una contradicción, creer una parte pero desechar la otra, ambas hablaban de muerte.

No le había dedicado ni un solo pensamiento luego de allí hasta que hace un par de semanas me desperté en una cama de hospital con un solo pulmón.

Desde entonces esas palabras, ese maleficio, esa condena se ha repetido en mi cabeza como si tuviera a la par a esa mujer con sus espeluznantes ojos.

Vas a morir joven, justo como ella.

Vas a morir joven, justo como ella.

Justo como ella.

No habían variaciones de cómo, cuándo o porqué. Solo un hecho.

En ese momento me sentía como si ya hubiera ocurrido.

Tenía frío y estaba cansada. Muy cansada.

Cada respiración era más difícil que la anterior, sentía el pecho pesado y los huesos como plomo en mis brazos. Quería seguir durmiendo pero debía de abrir los ojos un momento, saber dónde me encontraba. ¿En la cabaña? ¿En el hospital? ¿En Seúl? ¿En el cielo? ¿O en el infierno?

Lentamente abrí los ojos pero inmediatamente los volví a cerrar cuando una luz incandescente me golpeó, hice un sonido con el bajo de mi garganta y volví a intentar. Parpadeé e intente levantar una mano para frotarme los ojos pero apenas fui capaz de reunir las fuerzas para mover los dedos, una punzada aguda que subió desde mi dedo índice hasta mi hombro me respondió, seguí con la mirada por mi brazo para darme cuenta de que había una aguja conectada a mi brazo que era por donde provenía ese horrible frío.

Como si ríos de hielo corrieran por mis venas.

Una sensación de deja vú me golpeó en ese momento.

Un hospital, claramente.

Ya había estado en un hospital, fría y débil, conectada a tantos cables que ya no había caso contar. Antes ya me había despertado desconcertada e indefensa descubriendo que había pasado mucho tiempo inconsciente.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora