38.

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La noche se inundó con un silencio abrumador. Definitivamente era un encuentro inesperado.

—¿Renjun?—pregunté, atónita.

Me giré hacia el castaño, quien portaba un elegante traje negro y llevaba en sus manos un abrigo, y éste me observó igual de sorprendido. Después fijó su mirada en el pelinegro e hizo una reverencia.

 —Mucho gusto, Jaemin-ssi—dijo con un tono avergonzado—. Por favor, disculpen la interrupción.

Aunque el pelinegro tomó mi mano con suavidad para encarar a Renjun y saludarle, me transfirió el ligero enfado que comenzaba a acumularse en su interior. 

Era claro que no había sido el mejor momento para entablar una conversación.

—No te preocupes. Es un gusto, Renjun-ssi —expuso el pelinegro con una falsa sonrisa—. Los dejo platicar cómodamente. Iré a buscar a unos invitados. 

Jaemin dijo aquello para posteriormente soltar mano y dar un beso en mi frente. No tardó en despedirse de ambos y simplemente sonreí como tonta al ver cómo se perdía entre el gentío.

Me dí una bofetada mental. Necesitaba enfocarme en el sospechoso frente a mí.

—¿Qué haces aquí? —pregunté volviendo hacia el castaño—. ¿Por qué no me comentaste nada?

—Esta tarde el señor Choi me invitó y la misma Hana me obligó a venir —respondió irritado y señaló la prenda—. Parezco su sirviente, incluso vine a buscar su abrigo porque dijo que tenía frío.

—Creí que Hana se quedaría en casa, acompañando a su madre.

—¿En serio? —preguntó, levantando sus cejas, asombrado—. ¿No te avisó que cambiaría sus planes?

—Tal vez no lo vio necesario —dije cruzándome de brazos, tomando un hondo respiro—. En fin, no le digas que nos encontramos, por favor.

—¿Por qué? —inquirió con un semblante serio—. De cualquier forma ya sabe que estás aquí, ¿no?

—Sí, pero no quiero que se sepa que me he dado cuenta de su presencia —contesté con un tono cortante—. Ya sabes, no quiero hacerla sentir incómoda —repuse al ver el ceño fruncido de Renjun.

El mencionado dejó salir un suspiro mientras cerraba sus ojos.

—Nunca terminaré de entenderte, Jin Ae —expuso, negando con su cabeza—. Guardaré el secreto, pero tengo que irme, seguramente está por llamarme para quejarse.

El tono de su celular sonó después de finalizar su oración. Renjun rodó sus ojos y sacó el móvil de su bolsillo, articulando un habitual «te lo dije», colocándolo con fastidio en su oído y pasando a mi lado, despidiéndose de mí con un gesto gracioso.

Cuando me giré para verle desaparecer, divisé un colorido cabello. Sorpresivamente Chenle, Haechan y Jaemin caminaban hacia mí. Y ante tal escena, no pude evitar sentirme en una pasarela de moda.

Los tres jóvenes se veían extremadamente atractivos, incluso Renjun, quien se había cruzado con ellos durante el transcurso.

Hye Sun no tardó en situarse a mi lado, y cuando estuvimos todos reunidos, nos dirigimos al sombrío edificio de dos plantas a nuestra izquierda. Jaemin fue el encargado de tomar la delantera, abrir la puerta de madera e iluminar la amplia vivienda.

—¿Y Jeno? —pregunté al entrar, alzando mi vista para admirar el bellísimo candelabro de cristal que colgaba del techo—. ¿No vendrá?

—Está descansando en el otro edificio —respondió el pelinegro, cerrando la puerta cuando todos ingresaron.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora