21.

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«La oscura verdad; Park Jungha»

Di un brinco en mi asiento y leí desconcertada el título del libro que había sido lanzado a la mesa circular donde me encontraba. Dirigí mi vista al sujeto que había realizado tan molesto acto y fruncí mi ceño al verle sonriendo.

—Claro, siéntate, eres bienvenido —dije entre dientes al observarle jalar la silla y acomodarse tranquilamente a mi lado.

Soltó una risa, burlándose de mí, por lo que decidí simplemente ignorarlo y hojear uno de los tantos libros que había recopilado al dar varias vueltas por toda la biblioteca, abarcando temas desde el área de psicología hasta historia universal. 

—Escuché que faltaste ayer—dijo Renjun en voz baja mientras arrebataba la obra que tenía en mis manos, dejándome inmóvil por la sorpresa—, ¿y todavía tendrás el descaro de saltarte tu primera clase?

Cerré mis ojos con fuerza al mismo tiempo que bajaba mis manos y preparaba mis débiles argumentos para defenderme. 

El motivo número uno era que no me sentía lista para ver a Jaemin después de lo que había pasado ayer; quería investigar si era posible que un yasaeng pudiese experimentar sentimientos y emociones. La segunda razón era muy parecida: estaba buscando información sobre los teochi, esto con el principal objetivo de entender si de alguna forma mi habilidad había influido en el peliazul. 

Tristemente no había encontrado respuesta para ninguna de las dos.

La tercera y última causa era que deseaba tener un poco de tiempo para procesar lo que estaba sintiendo; no recordaba la última vez que me había gustado alguien de manera romántica, así que estaba abrumada. 

¿Por qué había desarrollado sentimientos tan rápido por un sujeto que ni siquiera conocía bien? ¿Era posible? ¿Se debía a que era un teochi?  

Al menos planeaba averiguar eso.

—Esto es más importante que mi lección de comportamiento político —aseguré y le quité el libro, el castaño rodó los ojos—. Además, es miércoles por la mañana y el profesor siempre llega tarde, si me apresuro estaré a tiempo.

El sujeto a mi lado resopló y vi cómo cruzaba sus brazos.

—No me preocupan tus asistencias, lo que me molesta es Hana, ¿sabes cuántas veces me ha llamado?—negué y apilé con calma las obras que había reunido en mi corta estancia, no podía seguir leyendo bajo presión—. Muchísimas, al grado de desesperarme. Ni siquiera había llegado a la universidad y ya me había pedido ayuda para buscarte.

Reí levemente ante la frustración de Renjun y el actuar exagerado de Hana. Comprendía las razones de mi amiga para reaccionar de esa manera, pero esta vez no me alejaría de ella; no haría lo mismo de hace ocho años.

—Aunque es divertido verte sufrir —confesé poniéndome de pie y moviendo mi silla—, me disculpo en nombre de Hana.

Hice una reverencia y posteriormente cargué la pesada columna de libros; Renjun solo bufó y vi una sonrisa crecer en su rostro.

—No tenía planes de ayudarte, pero supongo que tu disculpa ha ablandado mi corazón—reveló satisfecho y se levantó de la silla—, ¿te llevarás todo?

—No es necesario que me ayudes, solo llevaré el primero —contesté, apuntándolo con mi barbilla—. No entendí los demás.

Renjun carcajeó por un instante y posteriormente miró a los lados mientras cubría su boca. La encargada de la biblioteca dejó salir un regaño a todo volumen, haciendo que el castaño solo chasqueara su lengua, se girara hacia ella e hiciera una reverencia de mala gana. 

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora