13.

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Contemplé las hermosas flores de cerezo moviéndose al compás del viento. Las ramas del enorme árbol, situado cerca del salón de clases, se inclinaban de un lado para el otro, esparciendo su delicado perfume por el campus de la universidad.

Como si el tiempo se hubiese detenido, respiré hondo para percibir su dulce olor. Cerré los ojos por un instante, disfrutando de la paz que su suave aroma me producía, y me relajé. El agradable ambiente que rodeaba los cerezos me hacía sentir a salvo; me ayudaba a olvidar los problemas en los que estaba involucrada.

Las personas que caminaban apresuradamente detrás de mí se desvanecieron durante ese breve descanso. Incluso si quise seguirles, no pude. Una terrible sensación de pesadez, similar al cansancio, se apoderó de mis piernas, impidiéndome ir a su mismo ritmo.

La desaparición de Suni.

La naturaleza de Jeno.

La conducta de Jaemin.

¿Cómo se suponía que debía reaccionar ante lo que había pasado ayer?

Inconscientemente acaricié la zona cerca de mi muñeca, recordando la manera en la que Na la había sujetado horas atrás. La delicadeza de su tacto había sido distinta a aquella vez que había intentado asfixiarme.

No tuve miedo. Ni siquiera pensé en huir de él.

Observé el árbol de nuevo, soltando un suspiro. Si bien todavía no le perdonaba, estaba ampliamente confundida por su actitud. Desconocía la causa, pero era notorio que ambos habíamos comenzado a cambiar al menos un poco.

Sonreí levemente, sintiendo un pétalo rozar mi mejilla. Y al instante, entrecerré los ojos por la repentina corriente helada que estremeció mi cuerpo estático. A pesar de que abril había iniciado hoy, miércoles, la primavera todavía se sentía fría.

—¿Qué tanto miras?—ahogué un grito en cuanto esa maldita voz susurró cerca de mi oído y posteriormente jaló mi mochila con fuerza.

Apreté los ojos, tambaleando hasta casi perder el equilibrio. En cuanto creí que terminaría visitando violentamente el suelo, sus manos se apoyaron en la parte superior de mi espalda, brindándome soporte sin tener contacto físico como tal.

Murmuré una maldición, aún desorientada por su súbito ataque.

—Casi me rompes el cuello —le reproché, volviéndome hacia él después de recobrar el balance—. Si algo me llega a pasar, te mataré Jaemin.

—¿Estás segura de poder hacerlo?—cuestionó levantando una de sus cejas y esbozando una sonrisa, yo solo chasqueé mi lengua ante su burla.

—Qué molesto —dije irritada, apartándome de él—. ¿Hay alguna razón por la cual interrumpiste mi momento de relajación?

—Ninguna en especial —contestó con indiferencia, alzando sus hombros para acentuar su expresión.

Le observé con desdén, ajustando la mochila en mi hombro.

—No debiste hacerlo.

—¿Por qué? —cuestionó a la vez que ladeaba su cabeza y elevaba sus comisuras—. Parecía que ibas a llorar en cualquier momento.

Hice una mueca de disgusto y me crucé de brazos. Todavía no eran las ocho de la mañana y tan temprano tenía que lidiar con Jaemin.

—Si lo vuelves a hacer, podría lastimarme seriamente. Quizá termine en el hospital por tu culpa —sentencié con un tono inamistoso, pasando a su lado.

Las piernas del castaño se movieron con rapidez después de soltar una leve risa, alcanzándome de inmediato. Le miré de reojo, notando que caminábamos a la par, y regresé la vista al frente tras apreciar cómo se estaba divirtiendo.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora