11.

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—¿Lee Suni? —La exaltada voz de Chung Ho perturbó la quietud del aula—. ¿Lee Suni, la belleza de los negocios, fue secuestrada?

La súbita noticia sembró la incertidumbre durante la clase de Comportamiento Político. El brusco chirrido de una de las sillas al fondo despertó la angustia en los presentes. Y la rápida confirmación de los hechos propagó el terror en la amplia sala.

Los dedos que habían estado tecleando apresuradamente durante los últimos treinta minutos, anotando las definiciones de la pizarra en un desordenado documento de mi computadora, se detuvieron en seco al procesar lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.

A pesar de que el informe sobre la reciente desaparición había sido divulgado hace unas horas, la identidad de la víctima había permanecido oculta; al menos hasta hace unos segundos.

—Jóvenes, calma. Bajen la voz, por favor —pidió el profesor Kang mientras golpeaba el escritorio con uno de sus plumones—. Entiendo que estén consternados, pero la clase todavía no se ha terminado —sentenció en un intento de disminuir el bullicio que se extendía dentro del salón.

Escondí las manos debajo del escritorio, aún desconcertada, y eché un vistazo al castaño sentado a mi derecha. No me sorprendí al encontrarme con su inmutable semblante; Jaemin transcribía la información con tanta indiferencia que parecía que el alboroto que le rodeaba no existía.

—¿No deberías fingir que te inquieta un poco la situación? —cuestioné en un susurro; Na solo me observó de reojo para continuar escribiendo—. ¿Al menos pretender que no lo sabías?

No hubo respuesta esta vez. Ni siquiera una insensible mirada de su parte.

—No volveré a desperdiciar mi valioso tiempo entrometiéndome en tus asuntos —musité con una leve molestia.

—¡Jaemin-ah! —Una de las jóvenes detrás de nosotros le llamó con pánico, logrando que dejara de anotar las últimas palabras del pizarrón en su libreta—. Tengo tanto miedo de ser la siguiente.

Antes de que el castaño se girara hacia ella, presencié el momento exacto en el que su estoico rostro conseguía transformarse en una profunda expresión de intranquilidad.

—Sé que ha sido difícil para todos —dijo con una notoria tristeza, causándome escalofríos—, pero no tengas miedo. No serás la próxima.

Las suaves palmaditas que dio en el dorso de su mano, acompañadas por la cálida sonrisa que formaron sus comisuras, me resultaron enfermizas. El hecho de que aparentara con tanto descaro que estaba preocupado, al mismo tiempo que actuaba de manera tan comprensiva, rozaba en el cinismo. 

Tanto que me causaba repulsión.

—Eres tan amable, Jaemin-ah.

Bufé disimuladamente ante el comentario de la joven y fijé mis ojos en la pantalla de la computadora. La palabra sarang resaltó en uno de los conceptos, agregándole una turbia sensación de engaño a la conversación que seguía escuchando.

—Silencio, jóvenes, o llamaré a dirección. —La firme advertencia del profesor disminuyó el volumen de las voces, convirtiéndolas en impacientes susurros.

El castaño se acomodó correctamente y sentí su mirada sobre mí por unos segundos. Solo quería que el día terminara rápido, pero al parecer nuestra primera clase estaba durando más de lo esperado. 

[...]

—¿Por qué estabas con Jaemin? —La inesperada pregunta de Hana hizo que me detuviera a unos metros de la salida—. No sabía que eran tan cercanos —dijo con un tono que discretamente demandaba una explicación.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora