03.

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«Ve al mercado. Quiero bibimbap»

Cerré mis ojos al terminar de leer el seco mensaje de texto que había enviado mi progenitor. Descansé mi frente sobre la metálica superficie de la máquina expendedora y solté un pesado suspiro. El plan que había formulado esta mañana había sido estropeado; por culpa de mi padre, así como la inesperada decisión de la encargada de la biblioteca, debía modificar las actividades que había previsto para hoy.

Aunque el viernes había llegado, mis días de descanso todavía parecían lejanos. El miserable estado físico y mental en el que me encontraba se podía atribuir a distintas situaciones. 

En primer lugar, el horario de mi servicio becario, el cual era realizado en las instalaciones de la biblioteca central, había sido movido de las tres a las cinco de la tarde. Por más que deseaba quejarme o faltar, era mi obligación cubrir dicha cantidad de horas.

Por otro lado, los recientes secuestros y asesinatos habían acrecentado la psicosis en Seúl, lo suficiente para empezar a repercutir en mi vida personal. El temor de formar parte de la siguiente universidad que podría ser atacada, combinado con lo acontecido ayer en la cafetería, absorbían la tranquilidad de mi cuerpo.

La repentina presencia de Na Jaemin me inquietaba. La actitud del susodicho me generaba desconfianza. Pero sospechar de alguien como él, que seguramente era inocente, me molestaba más.

—¿Bang? —Una agradable voz sonó detrás de mí—. ¿Te sientes mal?

Abrí mis ojos de golpe al reconocer la dueña de ese característico tono amistoso. Carraspeé, incómoda por haber estado obstaculizando el uso de la máquina dispensadora, y erguí mi espalda. Ordené apresuradamente mi cabello y di media vuelta para recibirla con una tímida sonrisa.

—Todo bien, Minhee-ssi.

—Tu rostro se ve pálido, ¿te duele algo? —preguntó con preocupación, dando un paso hacia mí—. ¿Quieres que revise tu condición?

—No es necesario, gracias. Solo estoy cansada —rechacé su amable propuesta al instante, retrocediendo discretamente para impedir el contacto entre ambas—. Terminé desvelándome y olvidé maquillarme.

La joven de melena rubia, cuyo flequillo abierto se había desordenado por el repentino viento, entrecerró sus ojos, dudando de la veracidad de mis palabras. Reí al ver su gesto de desacuerdo, y agradecí con una leve reverencia el interés que mostraba en mi salud; Minhee solo chasqueó suavemente su lengua y metió sus manos en la gabardina azul marino que vestía por el fresco clima de la mañana.

—Avísame si llegas a notar cualquier malestar, Jin Ae-ssi —pidió gentilmente, mostrándome una cálida sonrisa—. No importa si es algo mínimo.

Asentí, contenta de entablar nuevamente una plática con ella. Agarré la mochila que había dejado en el suelo y la colgué sobre mi hombro, recordando vagamente la primera conversación que habíamos tenido en segundo semestre.

Durante ese periodo habíamos formado una dupla para la elaboración del proyecto final de la materia de Entretenimiento y Sociedad. Sin embargo, la constante incompatibilidad de materias y el desfase en los horarios en los que asistíamos a la universidad fueron los factores decisivos para limitar nuestras interacciones el año pasado.

Únicamente compartíamos breves saludos, fuesen verbales o no. Esa era la principal razón por la que seguíamos siendo tan formales la una con la otra.

—Eres demasiado amable, Minhee-ssi —reconocí una de sus tantas cualidades—. Gracias.

La hija de la familia Kyun no solo destacaba por su inteligencia y belleza, sino por su generosidad. El rasgo excepcional de su personalidad era su buena voluntad, la cual le motivaba a prestar su habilidad para ayudar a cualquier ser humano que lo requiriera. Por consiguiente, en más de una ocasión se le había visto curar a los estudiantes dentro de la universidad, especialmente a sus amistades.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora