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«Necesitamos hablar. Te veo en tu departamento en media hora»

Analicé cuidadosamente el mensaje de Jaemin, y después de contestarle con una corta afirmación, cerré la puerta del apartamento. Rápidamente me retiré los zapatos, avancé hasta llegar a la sala para dejar la bolsa con el vestido que acaba de comprar, y lancé mi celular al sofá que estaba a mi izquierda. 

Jaemin probablemente quería discutir sobre mi actitud, la cual había cambiado ligeramente desde la revelación de Renjun. Durante estos dos últimos días había mantenido cierta distancia entre ambos, pero no porque tuviera planes de alejarme de él, sino porque estaba intentando procesar toda la información. 

Mentiría si dijera que no me había sentido un poco confundida sobre él. Sin embargo, había llegado a una sola conclusión: no me importaba si era un biwo. Había tenido la oportunidad de conocer sus sentimientos y confiaba plenamente en ellos. 

Incluso si lo que había escuchado era aterrador, sabía que Jaemin no era una mala persona.

Suspiré, agotada por las tres horas que había pasado con Hana en el centro comercial, y retiré la incómoda mochila que había estado cargando en todo el día. Aunque era miércoles por la tarde, estaba preparando mi vestuario para el viernes.

Di media vuelta, encendí las luces y me dirigí a la cocina en busca de las dos últimas rebanadas de pizza que habían sobrado ayer. Abrí el refrigerador, emocionada por no tener que cocinar, y rápidamente mi sonrisa se desvaneció. 

Alguien se había devorado mi comida. Y ese alguien se reducía a mi padre, quien probablemente había llegado temprano a casa.

Sin embargo, no tenía deseos de encontrarme con él, ya que terminaríamos generando un ambiente incómodo que perturbaría mi paz actual. Así pues, al recordar que dentro de unos minutos me encontraría con Jaemin, decidí ir en busca de mi bolso para comprar un ramen instantáneo en la tienda de conveniencia más cercana.

Regresé a la sala para agarrar mi celular al igual que mi monedero, y cuando los tuve entre mis manos, escuché la puerta de la recámara de mi progenitor abrirse. 

Opté por ignorarle, ya que sería lo mejor para ambos, y me dirigí a la salida.

—¿Acabas de llegar? —La voz de mi padre hizo que me sobresaltara a mitad del camino—. ¿Y ya te vas?

—Iré a comprar comida —respondí indiferente, todavía dándole la espalda—. Volveré más tarde —avisé viéndole por encima de mi hombro.

—No estaré en casa a partir del viernes, así que podrás comer tranquila por una semana —informó repentinamente, provocando que me girara hacia él, confundida—. Viajaré a Jeonju.

—¿Jeonju? —cuestioné con recelo—. ¿No acabas de ir a Busan?

—Hay una investigación en curso en Seúl —contestó, seco—, pero se han presentado casos similares en esas dos ciudades.

Mi padre se acercó al comedor para colocar el plato vacío sobre la mesa. Su repentina partida parecía demasiado sospechosa, especialmente porque era el día de las elecciones, el evento en la mansión de los Na y la posible fecha de mi muerte.

—¿Qué ha pasado? —pregunté con preocupación, acercándome para colocar mis antebrazos sobre el respaldo de la silla—. ¿Acaso los asesinatos en serie se han expandido?

—Es diferente a lo que está pasando en la ciudad—respondió, sorprendido por mi actitud—. Hay varios casos de mujeres embarazadas que murieron durante el parto, pero que todavía no han sido identificadas—prosiguió retomando la seriedad que le caracterizaba—. El caso no es parte de nuestra jurisdicción, por lo que el acceso a la información es limitada, pero debemos ir para comprobar si existe alguna similitud con lo que estamos investigando en Seúl.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora