Un intenso hedor a sangre que se había combinado con el fuerte olor a moho llenó mis fosas nasales en cuanto entré a la habitación. La sensación de querer vomitar me atacó al instante, por lo que recargué mi espalda sobre la puerta, cubriendo mi nariz y boca para impedir que el pastel que había comido minutos atrás fuera expulsado de mi ser.
Relajé mis músculos y cuando finalmente logré regularizar mi respiración, sostuve la linterna del celular con la mano que tenía libre para alumbrar gran parte del espacioso cuarto. Avancé lentamente, cuidando cada paso que daba para evitar chocar contra algún objeto, y visualicé la cama hospitalaria vacía, cuya luz del cabezal estaba débilmente encendida.
Me detuve en seco y un nudo se formó rápidamente en mi garganta al ver cómo las sábanas y mantas estaban teñidas de un brillante color rojo que escurría y conseguía pintar el piso con pequeñas gotas. Sin embargo, el dolor y la opresión en mi pecho aumentó cuando me di cuenta que, a diferencia del centro que estaba empapado de sangre reciente, la funda de la almohada había comenzado a tomar un tono marrón.
La brutal escena frente a mí, la sensación de frío, así como el silencio desconcertante, estaban provocando unos terribles escalofríos que recorrían todo mi cuerpo y me dejaban cuestionándome qué demonios había ocurrido aquí.
Intenté pasar saliva, aterrada, y pregunté con dificultad:
—¿Dónde estás? —Di un paso más, sin recibir respuesta, y alcancé a observar unas esposas de metal colgando del barandal de la cama—. Por favor, responde —pedí, tratando de evitar que mi voz se quebrara.
Aparté mi mirada rápidamente y busqué angustiada alguna señal de la mujer que había gritado por auxilio. Iluminé la zona para visitantes que se encontraba al final de la habitación, y sintiendo mi ritmo cardíaco incrementarse al mismo tiempo que un dolor de cabeza se hacía presente, me dirigí a la puerta contigua para posteriormente abrirla.
La ducha de aquel grande cuarto de aseo estaba repleta de sangre, al igual que el lavabo. Tomé un mechón de mi cabello y lo pasé desesperadamente detrás de mi oreja, para después tapar mi nariz por el olor que predominaba en el ambiente. Paseé mi mirada, algo borrosa por las lágrimas que amenazaban con salir, y retrocedí al no encontrar rastro de su paradero.
Agaché mi cabeza, percatándome de la presencia de algunas gotas que ya habían empezado a resbalar por mis mejillas, y las limpié sin fuerza. Juraba haber escuchado la voz de una mujer, pero después de revisar cada rincón del lugar —que definitivamente parecía una escena de crimen—, no me quedaba más opción que salir corriendo y buscar a Jaemin para comunicárselo.
No obstante, antes de irme, sujeté con fuerza mi celular, abrí la cámara y tomé fotografías de toda la habitación. No sabía dónde estaba la mujer, pero al menos guardaría pruebas de lo que ocultaba el hospital de Kyun Soo Young.
Retrocedí hasta quedar en el umbral de la puerta y capturé la última foto, la cual era una vista panorámica de todo el cuarto. Sin embargo, mi cara se palideció y mi cuerpo se tensó al escuchar detrás de mí unos pasos acercarse.
—¿En serio caíste en una ilusión tan obvia?—una risa aguda resonó por todo el pasillo mientras era acompañada por el sonido de unos aplausos—. Estuve esperando un rato, pero tardaste demasiado en darte cuenta. No pensé que te engañaría tan fácilmente, Jaemin-hyung—aseveró volviendo a reír—, ¿hyung?
—Detente —supliqué asustada al mismo tiempo que me giraba y le apuntaba con la linterna.
Un hombre delgado y joven, cuyo traje era negro y su cabello de un llamativo color verde, paró abruptamente, mostró una expresión de confusión y cubrió su rostro con su mano derecha debido a la luz.
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Tres segundos | Na Jaemin
FanficUna ola de asesinatos ha sacudido Seúl durante los últimos dos meses. Las cifras son elevadas y las pruebas escasas, pero de algo están seguros: fue un yasaeng...