27.

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«¿Dónde estás?»

Apreté con fuerza el celular mientras observaba a Hana, entendiendo la razón detrás de su rostro pálido: el señor Choi había enviado un mensaje preguntando por su ubicación. Mi amiga continuaba sentada en uno de los sillones de cuero y mordía ansiosa una de sus uñas; sin embargo, alzó su mirada para encontrarse con mis ojos en cuanto otra notificación sonó.

Un mensaje similar apareció en la pantalla de su móvil. Aunque solo había pasado más de media hora desde que logramos salir del hospital, era probable que el señor Choi sospechara de nosotros.

No obstante, no podíamos arriesgarnos a responder. No por el momento.

Después de escapar con la ayuda de Minhee, finalmente descubrimos los secretos que ocultaba su familia e incluso nos enteramos de la cooperación voluntaria de Jeno, quien nos había prestado su mansión. Al llegar a ésta, una mujer mayor nos recibió cálidamente y nos llevó a un enorme cuarto al fondo, justo detrás de su garaje, el cual había sido previamente preparado con el objetivo de tratar a la mujer que habíamos rescatado.

Sin embargo, Hana, Haechan, Jaemin, Chenle y yo nos encontrábamos actualmente en el garaje. Aunque nos habíamos ofrecido para ser asistentes de Minhee, ésta nos había pedido desalojar el lugar para curar a Yubin en privado. Pensé que nos veía como un estorbo; la realidad era que se sentía sumamente culpable al ver las atrocidades que habían realizado en su cuerpo, lo supe después de tocar su hombro.

No obstante, lo que más me preocupaba era que, ahora que sabíamos parte de la verdad, los problemas seguirían aumentando. Uno de ellos estaba relacionado con Hana, quien no podía mentir.

El celular volvió a sonar, ahora con el tono de llamada, y vi al instante que se trataba del señor Choi.

—¿Qué se supone que le diga a mi papá? —preguntó mi amiga, levantándose súbitamente y caminando hacia mí—. ¿Debería decirle que es una basura y que debería morirse? Es lo único que se me ocurre.

—Hana... —alargué su nombre sintiendo su desesperación crecer al no saber qué hacer—. Dejemos pasar la llamada y escribamos un mensaje.

—Chenle contestará por ella —intervino Jaemin, quien estaba recargado sobre un deportivo rojo. El chico de cabello morado a su derecha simplemente le miró con una mueca.

—¿Por qué él? —inquirió Hana, mirándole de arriba a abajo con actitud desdeñosa.

—Sí, ¿por qué yo?—cuestionó Chenle mientras le daba un sorbo a su chocolate caliente.

—Eres un mihog —contestó seco, y pese a que Hana se sorprendió, rápidamente comprendimos su punto—. Ya escuchaste su voz, ¿no?

—Ya, ya —replicó Chenle, entregándole de mala gana la taza e hizo un ademán para que le pasara el celular, por lo que rápidamente me acerqué a él—. ¿Alguna excusa en mente? —preguntó antes de contestar.

—Dile que yo estaba enferma —respondí al instante y el pelimorado asintió para después respirar hondo.

—Perdón por no responder antes, no encontraba el celular, papá. —Cuando Chenle habló, todos nos miramos sorprendidos; su voz era igual a la de Hana—. Sí, perdón por irme del evento, pero Jin Ae se sentía mal, así que la acompañé a su casa. —Hizo una pausa y rodó los ojos—. Ah, ¿que por qué no le pedimos al señor Kim que nos llevara?

Maldición, había olvidado esa parte. Hana cubrió su boca con ambas manos para impedir responder y yo escribí una nota en mi celular lo más rápido que pude.

—¿Todo bien, Hana? —pregunté en voz alta, fingiendo dolor con el objetivo de ganar un poco de tiempo.

—Sí, es mi papá —contestó Chenle mientras me guiñaba un ojo y tomaba con cuidado mi móvil—. La verdad es que Jin Ae vomitó sobre su ropa y no quería ensuciar el auto del señor Kim, por eso tomamos un taxi —leyó lo que había en la pantalla y volvió a rodar sus ojos—. No, no necesitas pasar por mí. Creo que se siente mal de nuevo, así que me quedaré a cuidarla, buenas noches.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora