20.

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«¿Estás en casa?»

Revisé mi celular por milésima vez, y después de leer el último mensaje de Hana, silencié las notificaciones y lo suspendí.

La tristeza y la culpa me habían atormentando toda la noche por abandonar a Minhee sin decir una sola palabra, además de que ahora tenía tantas cosas en mi cabeza que habían provocado que evitara cualquier contacto con mi mejor amiga. 

Sí, incluso había faltado a clases, he ahí la razón por la cual estaba recibiendo mensajes sin parar.

Suspiré, cerré mi libro de comunicación sociocultural que había estado leyendo para una tarea y me levanté del escritorio. Observé el reloj colgado en la pared y me alegré de saber que eran cerca de las siete de la tarde, hora perfecta para disfrutar de la oferta de ramen de todos los martes. Así, me puse mi chaqueta negra, agarré mi celular y las llaves para salir a tomar un poco de aire. 

Efectivamente estaba siendo la peor amiga del mundo, pero si hablaba con Hana en este momento estaba segura de que le diría toda la verdad; incluyendo el hecho de que su padre y el de Minhee estaban posiblemente relacionados con los asesinatos en Seúl.

Tomé el picaporte, abrí la puerta sintiendo el frío recorrer mi ser y salí de mi hogar, caminando hacia el barandal mientras admiraba el atardecer. El apartamento en el que vivía se encontraba en la azotea de un edificio, que aunque era de tres niveles, me permitía observar gran parte de la ciudad.

Bajé por los escalones velozmente y me dirigí al restaurante que ofrecía el ramen más delicioso de la zona, al cual llegué en menos quince minutos después de apresurar mi paso debido al hambre que se había apoderado de mi cuerpo. 

Empujé la puerta de vidrio, me acerqué a la barra y tomé asiento en uno de los bancos que estaban desocupados, saludando también a la señora Kim, quien había sido cercana a mi madre y se encontraba preparando una de las tantas órdenes. 

—La oferta del día, por favor —pedí en cuanto me devolvió el saludo.

—Hace mucho que no venías, Jin Ae —dijo con una amplia sonrisa, por lo que asentí—. ¿Estás segura de poder comerte dos enormes tazones de ramen?

Reí ante la misma pregunta que hacía siempre que venía, porque la respuesta al final era un rotundo no. No podía, terminaba llevándolo a casa y comiéndolo horas después.

—Tengo mucha hambre, así que lo intentaré —declaré retándome a mí misma, por lo que la señora Kim elevó sus cejas sorprendida—. Puede servirme los dos tazones.

—¡Anotado! —exclamó entusiasmada y se dispuso a preparar los platillos que todavía tenía en espera, señal de que tardaría unos minutos más en preparar mi pedido.

Eché un vistazo al local en lo que esperaba, dándome cuenta de que aparentemente lo habían remodelado. El estilo era más rústico, puesto que brindaba un ambiente más casual y acogedor, incluyendo colores cálidos entre los que destacaban el marrón y gris.

Sin embargo, al dirigir mis ojos a la entrada tuve que apartarlos al instante. Jaemin estaba a punto de ingresar al lugar, y aunque agradecí que estuviera mirando el suelo, terminé soltando una maldición al darme cuenta de que el lugar no estaba lleno. Quería estar sola, ya que tenía un torbellino de sentimientos y emociones que dicho sujeto terminaría alterando más.

Jugué nerviosa con una de las tantas plantitas en la barra hasta que sentí un cuerpo dejándose caer pesadamente en el asiento a mi derecha;  le miré de soslayo y cuando me percaté de su cabello azul, solté el aire comprimido en mis pulmones dándome por vencida.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora