«La policía afirma que no se ha presentado una denuncia por secuestro, tampoco han encontrado un nuevo cuerpo, ¿crees que el yasaeng finalmente se detendrá?»
Observé por un instante a la señora que había dicho aquello, repitiendo las palabras de la presentadora del noticiero mañanero, y posteriormente bajé del autobús. Comprobé entonces que los medios de comunicación todavía promovían la idea de que todo se debía a un yasaeng y un posible sagi, puesto que decían no tener suficientes pruebas para asegurar lo contrario. Y era entendible: la policía parecía no querer mover un dedo ante toda esta situación.
Tras la confesión de Jiseok en la madrugada del sábado, llegué a la conclusión de que, si la élite estaba involucrada, la fuerza de seguridad de Seúl también lo estaría. La facilidad con la que Jaemin había tenido acceso a los expedientes de la Policía Metropolitana, sumado a su renuencia a iniciar una investigación relacionada con la muerte de Yi Ra, exponían su nulo interés por encontrar al culpable. A pesar del pleno conocimiento de la situación, las autoridades seguían fingiendo ceguera.
Sin embargo, el verdadero problema era que no podía comprender la razón detrás del secuestro y asesinato de específicamente tres tipos de humanos. La pregunta había estado rondando en mi cabeza al grado de impedir que conciliara el sueño desde hace dos días, precisamente cuando el terror inició en aquel centro nocturno y terminó en el garaje de Jeno.
Un escalofrío recorrió mi espalda al evocar la escena de Jiseok, quien había sido atado y golpeado sin remordimiento; mientras que una punzada apareció en mi corazón al recordar el estado de las cinco personas en aquella sala privada. Lo peor de todo era que desconocía qué había sido de aquellas dos inocentes mujeres.
Incapaz de soportar el dolor al regresar a casa, llamé esa misma madrugada a Hana en busca de consuelo. Y varias horas después, cuando conseguí tranquilizarme, contacté a Minhee con el objetivo de asegurarme de que estuviera bien. La condición de la rubia había mejorado después del tratamiento, pero como Hye Sun le había explicado la situación, había optado por quedarse en su hospital unos días más, tanto por salud como seguridad.
—Fue la mejor decisión que pudiste tomar, Minhee —murmuré mientras contemplaba aquel cerezo que me brindaba paz.
Era lunes por la mañana, y sin haberlo planeado, había llegado temprano a la universidad. Aún faltaba media hora para que comenzara la clase; por consiguiente, y con el fin de evitar el frío de primavera, decidí ir al salón para intentar dormir un poco.
Alejé la vista del enorme árbol y paseé mis ojos por el campus hasta toparme con una conocida figura sentada en una de las bancas casi en la entrada del edificio. A pesar de que aún no sabía cómo debía sentirme hacia él, solo sonreí al percatarme de que el color azul de su cabello había perdido su intensidad.
Casualidad o no, debía aprovechar la oportunidad para aclarar una parte de mis dudas. Suspiré, ajustando la mochila en mi hombro, y me aproximé al sujeto que escribía fervientemente en una libreta. Al sentarme a su lado, Jaemin alejó el bolígrafo del papel y dirigió su vista hacia mí.
Por primera vez había ido hacia él sin que estuviera obligada.
Tal vez estaba aceptando que Na se había colado en mi destino.
—Pensé que me ignorarías —dijo antes de continuar escribiendo.
—Debí hacerlo, pero aquí estoy, lista para escuchar una explicación—admití algo molesta por su actitud—. Por cierto, ¿qué tanto anotas?—pregunté echando un vistazo a la hoja de papel con una letra casi ilegible—, ¿acaso lo escribiste con los pies?
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Tres segundos | Na Jaemin
FanfictionUna ola de asesinatos ha sacudido Seúl durante los últimos dos meses. Las cifras son elevadas y las pruebas escasas, pero de algo están seguros: fue un yasaeng...