25.

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Aquel grito desgarrador me paralizó por completo. Clavé mi vista en la pequeña sala de espera sin pronunciar palabra alguna, y sentí cómo aumentaba mi presión cardíaca al mismo tiempo que mi respiración se volvía agitada. Tenía miedo. Demasiado.

Sabía que había actuado de manera precipitada, engañándome a mí misma una vez más. Ni siquiera me había detenido para analizar las consecuencias que podría ocasionar seguir al señor Choi, uno de los principales sospechosos en nuestra investigación. Lamentablemente mi impulsividad se había disfrazado de valentía.

Apreté mis ojos con fuerza mientras trataba de calmarme y procesar todo lo que estaba sucediendo, pero me estaba bloqueando. 

¿Por qué había alguien pidiendo auxilio en un hospital que todavía no estaba abierto al público? ¿Por qué nadie venía a su rescate? ¿Acaso se trataba de una de las chicas que era secuestrada precisamente los viernes? ¿Los asesinatos no se habían detenido?

Maldita sea. No podía entenderlo.

Y aunque no tenía un plan en mente, retroceder ahora no era la mejor opción. Alguien podía subir en cualquier momento e incluso el señor Choi podría regresar después de echar un vistazo. Nada era seguro; lo único que podíamos hacer era escondernos, y de ser posible, intentar salvar a aquella mujer.

Sin embargo, lo peor de todo era que, aunque quería moverme para ir en su ayuda, mi cuerpo entero se negaba a seguir instrucciones. Minutos atrás estaba dispuesta a destruir todo; ahora me sentía incapaz de dar un paso adelante.

¿Tan débil era?

—Hay varias personas —susurró Jaemin, haciendo que me sobresaltara y abriera mis ojos repentinamente, saliendo de aquel trance que me impedía pensar con claridad—. Parece que están discutiendo.

Comencé a parpadear rápidamente, tratando de prestar suma atención a mi alrededor, y alcancé percibir un ruido sordo seguido de un inquietante silencio. 

Jaemin no tardó en avanzar hasta llegar a la entrada de la sala, la cual estaba a escasos metros del elevador, y antes de ingresar se detuvo para observarme. Estaba esperándome, y mientras lo hacía, podía ver la confusión escrita en su rostro.

Tomé una profunda inhalación, puse mi mente en blanco y me di ánimos; no podía dejarme llevar por mis frenéticos sentimientos y ser descubierta. Caminé apresuradamente hasta pasar a un lado del sujeto de cabello plateado y me adentré en aquella solitaria estancia.

—Vendrán pronto, así que tenemos que escondernos —murmuré, deteniéndome y examinando velozmente la sala.

Había cuatro sofás, una pequeña mesa con un florero y un televisor montado en la pared. El hecho de que fuera un poco reducida, además de la poca luz que entraba, nos ayudaría a pasar desapercibidos.

—Detrás del brazo de aquel sofá—indicó Jaemin y echó una rápida mirada al pasillo que había a nuestra derecha, acto que imité antes de dirigirnos a nuestro escondite.

—¿Crees que sigan discutiendo? —inquirí, quedándome de pie detrás del mueble en un intento de vigilar el área, ya que desde este ángulo se lograba tener una visión completa del corredor.

No obstante, tras unos segundos de observar intensamente el pasillo sin tener éxito, Jaemin, quien ahora estaba en cuclillas y parecía estar escribiendo un mensaje de texto en su celular, me miró y automáticamente sujetó mi muñeca, dejándome percibir cierto desconcierto de su parte.

—¿Qué haces? —preguntó en voz baja mientras me jalaba levemente para que me agachara y me sentara a su lado—. Quédate quieta, se están acercando. 

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora