41.

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Un desagradable entumecimiento me hizo tambalear en cuanto me levanté de la silla. La inestabilidad de mi cuerpo me obligó a tomar asiento nuevamente, pero la impaciencia por escapar me exigió sobar con agresividad mis piernas.

Y así, uniéndose a esta espectacular fiesta de tragedias, el sonido de la música repentinamente se detuvo mientras un alarido resonaba en la habitación.

Dirigí mi vista a los dos hombres frente a mí y observé al menor de ellos retroceder con miedo, tirando las lámparas al suelo. No obstante, las maldiciones que JaeIn había estado soltando fueron interrumpidas cuando el señor Ahn golpeó con brutalidad su rostro.

Parpadeé atónita mientras me ponía lentamente de pie. 

El hermano de Jaemin había sido noqueado con facilidad, de manera que su débil cuerpo yacía en el suelo mientras su nariz parecía comenzar a sangrar.

—No pensé que perdería el sentido, joven Na. —La voz entrecortada del señor Ahn mostraba un pequeño rastro de arrepentimiento—. Pero debía hacerlo. Lo merecía. 

—Está bien. No morirá por un golpe —dije, evitando titubear—. ¿Puedo saber dónde estamos?

El hombre de traje azul me dio la espalda, elevó a JaeIn para recostarlo en la camilla y volvió a mí. Sin embargo, tras pasar varios segundos observándonos en silencio, supe que la respuesta no llegaría sola. 

Debía acercarme para forzarlo a dármela.

—No dé un paso más —ordenó con brusquedad, dejándome congelada a unos cuantos metros de él—. Alguien podría estar revisando la cámara.

Abrí mis ojos, aturdida, y llevé mi mirada hacia la esquina del cuarto. El mencionado aparato apuntaba directamente a la zona de la camilla, justo donde JaeIn descansaba.

—¿Dónde estamos?—volví a preguntar en un acto de desesperación.

Apreté mi mandíbula mientras fijaba mis ojos en el hombre, pero cuando decidió alejar su mirada sin pronunciar palabra alguna, entendí lo que estaba sucediendo.

Tragué en seco y busqué las tenazas que me habían liberado minutos atrás. Caminé hacia ellas, sintiendo todavía un hormigueo en mis extremidades inferiores, y las recogí. 

No podía confiar en el señor Ahn. 

La indecisión plasmada en su rostro indicaba que la manipulación había perdido su poder. Era algo que había considerado al ser la primera vez que experimentaba con una nueva habilidad.

—Es un antiguo hospital —contestó, por lo que me giré para verle—. No hay mucha seguridad en el edificio, pero seguramente mandarán a alguien del cuarto piso.

—¿Cuarto piso? —inquirí al instante, arrepintiéndome rápidamente—. Olvídelo —sacudí mi cabeza y di un paso hacia él—, ¿cómo salgo de aquí?

—Estamos debajo del área de cirugías —reveló mientras me daba la espalda, se ponía de cuclillas y se enfocaba totalmente en el joven herido—. Busque el vestíbulo y encontrará la entrada principal. Es la única forma de escapar.

Bajé la cabeza y dejé salir un suspiro.

No tenía un maldito mapa para saber dónde podría estar el estúpido lobby.

—Lo tendré en cuenta, señor Ahn —dije con intranquilidad, encaminándome sigilosamente a la puerta.

—La clave es 170321—habló monótonamente, deteniéndome antes de salir—. No espere más apoyo de mi parte.

Volví mi mirada hacia él, levemente aturdida, y repetí el número en mi cabeza hasta estar segura de que se había grabado en ella.

—Gracias —murmuré para después empujar la puerta, escapando por fin de la habitación.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora