28.

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Una helada ráfaga se coló por la ventana abierta. Aunque mi abrigo me brindaba calor, la siniestra voz del sujeto que desconocía era la que me provocaba escalofríos. Trataba de ocultarlo, pero cada segundo que pasaba mi cuerpo comenzaba a temblar con más fuerza. El alcohol ni siquiera había sido suficiente para tranquilizarme.

—¿El vacío?—inquirí repitiendo sus inquietantes palabras, evitando titubear—. Déjeme entender, ¿así que los biwo son otro tipo de humanos?

—No nos consideraría exactamente un humano—corrigió con descaro—. Somos simplemente un recipiente vacío y moldeable.

—Definitivamente está lejos de ser un dios. Mi error al intentar adivinar quién era —reparé con atrevimiento.

Cuando escuché una risotada de su parte, sentí mi cuerpo más débil de lo normal. Tenía miedo de cometer un error y morir en ese instante; sin embargo, mi boca no seguía instrucciones cuando estaba en peligro.

—Se equivoca. Me gustaría discutirlo con usted, pero no será ahora—habló con sorna—. El biwo frente a usted probablemente quiera saber de qué estábamos hablando. No lo haga esperar. Cuéntele todo, señorita Bang.

Levanté mi mirada hasta encontrarme con la de Jaemin. Finalmente había relajado su semblante, pero sus ojos seguían sin despegarse de mí. Me sentía extrañamente incómoda, así que eché un rápido vistazo alrededor del local. Cuando volví a él, le señalé con mi mentón la silla a su lado.

Sin cuestionarme o quejarse, tomó asiento.

—¿Está bien que le diga todo? —pregunté con ironía, viendo a Jaemin morder ligeramente la uña de su pulgar, impaciente—. ¿No se supone que debería amenazarme para ocultarlo?

—Le he contado todo con un único objetivo, señorita Bang. También estamos esperando que el joven Jaemin se redima—aclaró con cinismo—. ¿Creía que su vida bastaría para salvar la de tantas personas?

El peliplateado no tardó en clavar sus ojos sobre mí, como si estuviera exigiendo una explicación. Le miré algo confundida, ¿realmente podía escuchar nuestra conversación? Pero no era importante. Debía cuestionar al sujeto que estaba al otro lado de la línea.

No obstante, en un intento de evadir el rostro de Jaemin, dirigí mi vista a la caja del local. La suave voz de Yeji y la enorme sonrisa que se formó en su rostro para saludar al nuevo cliente hizo que comprendiera mi posición. No tenía derecho de quitarle aquella felicidad; ni a ella, ni a Hana, Yubin o Minhee. A ninguno.

Me había convertido en un intermediario que ya no podía negociar; el acuerdo lo había planificado y establecido este sujeto desde hace mucho.

—Supongo que nunca fui su principal objetivo —dije lo primero que se me ocurrió.

—Supone bien —corroboró al instante, sorprendiéndome—. Lamentablemente decidió ayudar al joven Jaemin, lo que hizo que terminara en nuestra lista negra.

—¿Así que estoy en la lista negra de un biwo? —pregunté con desdén mientras veía al peliplateado forzar su mandíbula—. ¿Debería tener miedo?

El hombre carcajeó.

—Pregúntele a Jaemin, puede que le responda.

Bufé ante su propuesta.

—Es demasiado obstinado como para explicármelo.

—Entonces lo sabrá el próximo viernes, señorita Bang —dijo con un repugnante entusiasmo. Fruncí mi ceño y apreté mi puño al no saber a qué se refería—, ¿no lo recuerda?

—Esta vez no sé de qué habla.

—Quiero creer que sabe de las próximas elecciones, ¿es así?

—No soy fan de la política, pero es imposible ignorar la propaganda masiva en toda la ciudad —admití, inquieta. Empezaba a tener una idea de lo que planeaba. 

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora