«El cuerpo de Lee Suni fue encontrado cerca del puente Eungbonggyo. Las autoridades continuarán con la investigación»
La devastadora noticia fue repetida en punto de las dos de la tarde en el televisor del lujoso establecimiento comercial. Colgué la costosa prenda de vestir sobre el perchero y llevé la mirada hacia la esquina del local. Breves imágenes de la escena del crimen aparecieron en la pantalla, hasta que, una de las empleadas con una temblorosa sonrisa, cambió de canal.
El informe de la policía fue suspendido en un intento de disipar la tensión en la tienda de ropa. La descripción del hallazgo del cuerpo, divulgada durante las últimas horas, era perturbadora. Así que, al tratarse de un concurrido viernes, el ambiente dentro del centro comercial debía permanecer en relativa calma; la comodidad de los clientes era su prioridad.
—Sus padres deben estar destrozados. —El comentario de la mujer detrás de mí estaba teñido de tristeza—. Suni era tan joven. Tan honesta.
Apreté los dientes y cerré los ojos al escuchar su nombre por segunda vez. La impotencia me paralizó un par de segundos, recordándome que, aun conociendo la causa de su desaparición, había sido incapaz de evitar su trágico final. Pensé que podría soportar el dolor si escondía esa verdad en lo recóndito de mi memoria; pero, por más que traté de reprimirlo, mis sentimientos acabaron por explotar.
La ira se unió la desesperación al punto de ahogarme en lágrimas. Lloré las dos noches anteriores sin parar, sintiéndome inútil; arrepintiéndome por ser débil. Incluso si estuve repitiéndome un sinfín de veces que debía proteger a las personas que apreciaba, al final recordaba que no había hecho nada para salvar a Suni.
Y la culpa se encargaba de echármelo en la cara constantemente.
Si lo hubiera reportado a la policía, ¿seguiría con vida?
Si la hubiera buscado en lugar de lamentarme, ¿el remordimiento no me estaría apuñalando a cada instante?
—Jin Ae, despierta. —Un repetitivo chasquido de dedos consiguió traerme de vuelta a la realidad—. ¿Qué opinas?
Parpadeé un par de veces para enfocarme en el rostro que estaba delante de mí. La mujer que me había arrastrado al centro comercial más famoso de Seúl, utilizando la excusa de comprar un conjunto para la fiesta de esta noche, estaba al otro lado del riel de ropa. Observé el movimiento de su cabeza, aún aturdida, y llevé los ojos hacia la prenda que había elevado al nivel de la barra.
Analicé cuidadosamente el vestido que tenía mi amiga entre sus manos e inmediatamente arrugué el entrecejo. A simple vista lucía demasiado corto y su color era realmente llamativo: verde neón.
—¿No crees que es un poco exagerado? —pregunté insegura de su peculiar elección.
—Es precisamente lo que necesitas —respondió sin titubear, mostrando su distintivo hoyuelo—. Debes cautivar al público.
Le dediqué una mirada de decepción, combinada con la sorpresa que me había causado su afirmación, y busqué una opción distinta en silencio. Las quejas de Hana, ruidosas como siempre, surgieron durante su trayecto hacia mí.
Pasé de un gancho a otro, ignorando su palabreo y examinando rápidamente la ropa en la última sección de la tienda. Sabía que, si no elegía pronto, la única hija de los Choi se saldría con la suya. Y no lo podía permitir.
—Prefiero un estilo como este —exterioricé en cuanto una prenda llamó mi atención. La agarré y se la mostré para luchar contra su terquedad, explicando—: Es sencillo y bonito.
—No.
—¿Por qué? —cuestioné con confusión, viéndole escarbar desesperadamente entre el mar de ropa colgada en el riel de aluminio.
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Tres segundos | Na Jaemin
FanfictionUna ola de asesinatos ha sacudido Seúl durante los últimos dos meses. Las cifras son elevadas y las pruebas escasas, pero de algo están seguros: fue un yasaeng...