El primer encuentro que tuve con Kang Jiseok sucedió hace más de un año. La reunión introductoria del Festival Internacional, una actividad anual a la que me había inscrito con el objetivo cubrir horas de mi servicio becario, estuvo dirigida por él.
Los rumores relacionados con su apariencia y personalidad realmente coincidían con la imagen que se había esforzado en fabricar. De manera que, sin haberlo visto antes, un minuto bastó para que reconociera al popular superior de la facultad de Letras y Comunicación.
La impresión que me causó su presencia fue similar a la calma, mientras que la principal palabra con la que asocié su actitud fue amabilidad. Y sin pensarlo demasiado, durante las siguientes dos semanas en las que coordinó y supervisó la organización del evento terminé asumiendo que era una persona confiable.
Lo parecía.
Sin embargo, el día que lo conocí fue, quizá, la fecha exacta en la que inevitablemente caí en su trampa. A pesar de que conversamos en múltiples ocasiones, jamás sospeché de su comportamiento ni desconfié de su clasificación. Y no podía culparme por ello, Jiseok era el engaño en carne y hueso.
Por ende, la decisión de haberme tocado tan descuidadamente hoy, cuando había estado evitándome meses atrás, se reducía a un simple motivo. Él sabía cuál era mi verdadero tipo, y como si voluntariamente hubiésemos dejado de jugar a las escondidas, quería que descubriera el suyo.
Las probabilidades de que estuviera al tanto de lo que sucedería hoy eran elevadas. La idea de que podría ser el cómplice del asesino comenzó a tener sentido. Pero, en medio de aquellas significativas suposiciones, la misma pregunta seguía repitiéndose en mi interior.
¿Qué obtenía al revelar que era un sagi?
—¡Pidan todo lo que quieran! —exclamó súbitamente Jiseok, extendiendo sus brazos hacia el techo con emoción—. ¡Beban por el resto de la noche! —agregó con efusión, consiguiendo que los presentes se unieran con un animoso grito.
En los últimos veinte minutos, la zona lounge había acogido tanto a alumnos de primer año como a los que estaban por graduarse, obligando a Kang a pasearse entre las cinco mesas del segundo nivel. No obstante, al final de su breve recorrido, regresaba al sitio en el que permanecían los descendientes de dos de las familias más influyentes de Seúl.
Así que, tras haber fingido estar al pendiente de sus invitados, el pelinegro ocupaba el mismo lugar: el espacio libre a la derecha de Jaemin.
Observé a Jiseok apoyar su brazo sobre el respaldo del sofá con forma de media luna, y dirigiéndose hacia los jóvenes que recientemente se habían unido a la mesa de al lado, continuó celebrando el inicio de la primera ronda de bebidas.
Abrazando el bolso que descansaba en mi regazo, bajé la mirada. La escena a unos metros delante de mí, en la que Kang era el protagonista, me había generado un sentir equiparable a la impotencia.
Palabras que endulzaban los oídos, ocultando sus oscuras intenciones. Gestos que hechizaban los ojos, encubriendo su verdadera naturaleza.
Las personas estaban hipnotizadas por la belleza de un impostor.
—¿Vas a ordenar algo diferente, Jin Ae? —Minhee preguntó tan cerca de mi oído que di un pequeño brinco en mi asiento—. El mesero volverá pronto.
La rubia se alejó de mí, y moviendo mi cabeza de un lado a otro en señal de negación, la miré. Inmediatamente mis ojos se fijaron en el vaso que sostenía su mano, e incapaz de disimularlo un poco, el recelo se acentuó en mi rostro. Pese a que las botellas de soju que Jiseok había solicitado hace un par de minutos aparentemente estaban selladas, debía mantenerme alerta.
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Tres segundos | Na Jaemin
FanfictionUna ola de asesinatos ha sacudido Seúl durante los últimos dos meses. Las cifras son elevadas y las pruebas escasas, pero de algo están seguros: fue un yasaeng...