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«Fin del receso»

El espacioso garaje de la familia Lee se iluminó por completo al concluir aquel corto anuncio. Una serie de aplausos comenzaron a resonar entre las cuatro paredes. Y un conjunto de voces ahogadas no tardaron en intentar pedir auxilio con desesperación.

La inquietante escena frente a mis ojos me impidió dar un paso más. Un par de rostros deformados, un débil cuerpo que yacía en el suelo repleto de sangre, así como un penetrante olor a sudor e incluso orina, me provocaron mareos y crearon un revoltijo en mi estómago.

La jaula octogonal situada en el centro mantenía a cinco hombres cautivos. Uno de ellos claramente en la peor condición.

Desvié mi mirada y tapé mi boca para suprimir los deseos de vomitar. Retrocedí un poco, ignorando la presencia de las dos personas que me acompañaban, y traté de respirar con tranquilidad antes de entrar a la zona de recreación de Jeno.

—¿No es ilegal esto? —Chenle dejó salir la preocupante pregunta.

—¿Importa?

La indiferencia del rubio, quien paseaba animosamente alrededor de su garaje con su ropa teñida de un color rojo brillante, me obligó a bufar.

—Solo nos mandarán a la cárcel—manifestó Haechan con una risa nerviosa, pasando su brazo sobre el hombro del pelinaranja—. No es la gran cosa, al menos estaremos juntos.

Sonreí levemente ante la espontánea respuesta del castaño y tomé un rebelde mechón de mi cabello recién secado para pasarlo detrás de mi oreja. Solté un suspiro, percibiendo la disminución del volumen de las voces de los tres sujetos, y llevé mis ojos al enorme cuarto que se ubicaba al fondo del hogar de la familia Lee.

Tras casi tres horas de haber sido rescatada del antiguo hospital del señor Kyun, la oportunidad de asearme y recuperarme finalmente se presentó. Así, la habitación que se había utilizado para curar a Seo Yubin había presenciado esta vez mi veloz sanación.

Sin embargo, mientras Minhee me había ayudado a mejorar mi salud y ahora se encontraba reposando debido a los efectos de su habilidad, Jeno y Jaemin habían buscado la manera de conseguir información. 

Pero no habían tenido éxito.

Aunque todo había sido planeado con extremo cuidado, ya que la familia Lee había partido a la provincia de Jeju después de la fiesta del señor Na y gran parte del personal había recibido la agradable noticia de tener el fin de semana libre, los violentos métodos de ambos habían fallado.

Por ende, el nulo avance en el ilegal interrogatorio los había obligado a pedir ayuda extra, y entre los candidatos disponibles para apresurar la obtención de información, estaba incluida. 

La cuestión era que esta vez fingiría ser Minhee.

Así pues, jugué nerviosa con el anillo que alojaba la ilusión en mi mano derecha, repasé rápidamente las frases que mi amiga me había recomendado decir y volví mi vista al interior del garaje.

Respiré hondo y avancé.

Estaba lista para empezar con lo que creía que sería mi última actuación.

—Tengo una pregunta, hyung. —La voz de Chenle fue lo primero que oí al cruzar el umbral—. ¿No le molesta a tu papá que dentro de su mansión exista una zona de tortura?

—Mi padre está aliviado por saber que lo he comenzado a usar de nuevo—contestó el rubio con desinterés, comparando un bate de aluminio contra uno de madera.

—¿D-de nuevo? —cuestionó Chenle, titubeante.

—Curiosamente los yasaeng necesitan un espacio para divertirse, ¿cierto?—inquirió, dando golpecitos en la malla de metal para conseguir la aprobación de los sujetos encerrados, quienes asintieron desesperadamente—. Si no lo hacen, las consecuencias serían demasiado abrumadoras para un cerebro tan pequeño como el tuyo.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora