12.

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«Una fuente confiable ha asegurado que Lee Suni desapareció cerca de la parada de autobuses»

—Más falso que Jaemin fingiendo ser un sarang—exclamó Jeno con un tono burlón mientras pausaba el video en su celular y lo suspendía—. Suni tiene su propio chófer, es imposible que tomara un autobús.

Observé el rostro serio de Jaemin, quien estaba sentado a mi lado, y jugué un rato con la cuchara dentro de mi taza de chocolate. Estábamos en el patio delantero de la enorme casa de Jeno, y aunque trataba de no ser tan obvia, miraba la salida varias veces en caso de que tuviera que huir por mi vida.

—¿Cuáles son las probabilidades de que el chófer haya tenido problemas para recogerla? —indagó Na, motivándome a dirigir la vista hacia el rubio ubicado al otro lado de la mesa de jardín.

Unos ojos en forma de media luna, consecuencia de su artificial sonreír, transmitían un incesante sentimiento de peligro. Una apariencia que carecía de sinceridad; un aspecto que encubría la brutalidad.

Nunca antes había distinguido tan fácilmente la malicia detrás de un simple gesto. Jamás había percibido una intención tan siniestra como la que exhibía su rostro.

Bebí del chocolate tibio para deshacerme de la aspereza en mi garganta, y continué estudiándole en silencio. La manera en la que Jeno pretendía pensar la respuesta, sin romper el contacto visual con Jaemin, le confería un aire desafiador.

No.

No solo estaba provocándolo.

Parecía estar preparándose para atacarle en cualquier momento.

—Cero —habló por fin, sosteniendo el asa para dar un breve sorbo a su café—. El lunes por la mañana me saludó cuando me dirigía a la universidad. El hombre estaba en perfectas condiciones y su auto igual.

—¿Estás seguro? —dudó el castaño.

Una sonrisa ladina creció nuevamente en el rostro de Jeno. La despreocupada forma en la que se recargó sobre la silla, pasando sus manos detrás de su cabeza, acentuó su desvergonzada expresión.

—No tengo motivos para mentir —admitió con una cuestionable tranquilidad—, ¿acaso ya no confías en mí?

—¿Tienes alguna idea de dónde pudo ser secuestrada? —preguntó Jaemin sin tomar en cuenta las últimas palabras del rubio.

—No. Tampoco me interesa saber —expuso con una repentina indiferencia—, ¿es realmente importante?

La respuesta de Na tardó más de lo esperado. Llevé la elegante taza blanca de nuevo a mi boca, sin ser capaz de aportar algún comentario relevante a la discusión, y volví a analizar el gigantesco patio.

La apariencia saludable de los árboles que rodeaban la residencia, el esplendor de las flores que habían comenzado a brotar, así como la limpieza del pequeño estanque en el que convivían varios peces, revelaban el constante mantenimiento que recibía el jardín. Y aunque dichos cuidados exigían la contratación de un elevado personal, una adulta mayor había sido la única en recibirnos.

Distinguí la serena apariencia de la mujer, quien esperaba pacientemente en la entrada principal del hogar, y eché un vistazo al solitario guardia que permanecía cerca de la salida. La ausencia de seguridad podía atribuirse a la popularidad de la familia Lee, cuyos integrantes eran en su mayoría yasaeng.

Nadie, ni la persona más valiente, se atrevería a entrar sin ser invitado.

O lo haría, si tuviera el deseo de ser asesinado.

Tres segundos  | Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora