2. Reina del drama

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Despierto por el irritante sonido de mi teléfono, gruño dándome cuenta la pésima idea que fue elegir una canción de Chayanne como alarma, su voz me da ganas de abrazar la almohada y quedarme a dormir cuatro horas más entre las mantas calentitas. Apago la alarma antes de que Tomy empiece a ladrarle al teléfono estresado por no poder seguir durmiendo, le tengo envidia al perro que puede seguir acomodado en su cama hasta que el hambre lo levante mucho más tarde, tomo la toalla rosa y arrastro los pies hasta el baño, por el silencio en el departamento adivino que Monett está dormida, cansada por el esfuerzo del turno nocturno, después de ducharme me envuelvo en la toalla y regreso a mi habitación.

A mí ni el agua fría me despierta en las mañanas porque sigo medio zombie.

Me decido por un pantalón negro, una camisa blanca de lunares azules, los botines negros que me regaló tío Jacobo en mi cumpleaños y por la desdichada hora un suéter rosado que me mantenga sin hipotermia hasta la universidad que está al otro lado de la ciudad, mi cabello es cubierto por un gorrito blanco tejido a mano por la señora Alma y para mí ya estoy lista para hacerle frente a las clases del día.

Eso cuando me termine de despertar claro.

—Pórtate bien, amigo —Acaricio las orejas del perro que apenas si abre los ojos para verme, no lo puedo culpar, solo son las cuatro treinta de la mañana, pero yo tengo una beca que sostener —nos veremos más tarde.

Mi mochila cargada desde anoche con lo necesario me espera en una silla del comedor, la tomo junto a las llaves que estaban en la mesa asegurándome de tener el teléfono en el bolsillo, ya desayunaré algo después de la primera clase.

Trato de no hacer ruido mientras salgo al pasillo, tengo frío, sueño y ganas de regresar a la cama, pero estoy iniciando quinto semestre de administración de empresas con solamente diecinueve años y debo seguir siendo la niña genio si quiero mantener orgullosa a mi tía, mi única familia.

—Auch —me quejó cuando tropiezo con aparentemente mis propios pies, sigo dormida un ochenta por ciento, confirmado —¿Qué te hice yo diosito?

Veo la línea de luz bajo la puerta de Damien y me sorprende que este chico este despierto a esta hora, para mí es una tortura digna de la época medieval donde alguien me acusó de bruja, pero hay gente que lo hace por costumbre, ¡Están locos! Yo llevo más de dos años levantándome a las cuatro de la madrugada y mi cuerpo se niega por completo a hacerlo cada vez que suena la alarma, y lo intenté con todos los sonidos predeterminados y tantos géneros musicales como pueden existir, nada funciona para mí.

—Ten un lindo día, Katania —me saluda Ryan, el guarda de seguridad del edificio cuando abre para mí la puerta principal.

—Gracias, tú también —le sonrío mostrando mis dientes que no tardan en empezar a castañear por el clima helado, ni siquiera ha salido el sol aún —adiós, Ryan.

Camino quince minutos hasta la parada del autobús, entre bostezos y tropiezos llego justo a tiempo para tomar la línea indicada, el conductor de todas las mañanas me sonríe mientras me da el cambio, me acomodo en uno de las puestos del medio junto a la ventana y lucho por no ceder ante el sueño, una vez me dormí quince minutos y cuando desperté me habían robado hasta el reloj, suerte que el teléfono nunca lo llevo dentro del bolso.

La siguiente hora y media la paso allí sentada viendo el mismo paisaje de siempre a través de la ventanilla de cristal, al bajarme me despido del conductor y entro a la universidad.

¿Quién pone la primera clase a las siete de la mañana? Sádicos.

Tengo aún tiempo así que me apresuro a la biblioteca escolar donde le pido a la señorita Méndez un par de libros que necesito para mi ensayo de política económica para la otra semana, después camino perezosa hasta la clase de finanzas, ¿Por qué era que hacía esto?, Cierto, el trabajo estable y ser alguien en la vida.

El profesor Fernando es de esos que mira mal hasta al perrito que entra a la hora del almuerzo así que lo ignoro completamente mientras me quito el gorro y el abrigo metiéndolos dentro del bolso, de soslayo veo a Nicoletta sonreír melosa hacia Adam y maldigo por olvidar que comparto un par de clases con ellos, suspiro pensando que mi vida no puede ser un poquito más enredada, pero termino sonriendo porque no puedo cambiar las cosas así que no voy a amargarme sin sentido.

El profesor nos deja algunos ejercicios para resolver en clase así que centro mi atención en mi agenda y la calculadora, Nicoletta puede estar en la misma clase, pero ambas sabemos que nadie puede bajarme del trono donde tanto me esfuerzo por estar, el mejor promedio de la universidad, se cuánto amaría verme derrotada debajo de su nombre, pero mientras pueda evitarlo no será.

Después de clase voy directamente a la parada de autobuses, Monett me ha escrito que no vaya a la cafetería hoy porque no hay mucho flujo de clientes así que me espera en casa para almorzar juntas, al llegar al edificio veo a Bob regando los rosales junto a la puerta, al notarme sonríe paternal como siempre y detiene su labor.

—¿Qué tal las clases, Nia? —me pregunta dejando la regadera en el suelo.

—Exprimen mis ganas de vivir —le digo quejumbrosa y me acerco a él imitando a los zombies de las películas, esta tan acostumbrado a mí que se permite reír a carcajadas.

—No es nada que la comida de tu tía no sea capaz de resolver —me dice negando divertido con la cabeza.

—Yo opino que lo que necesito es tener un horario para dormir decente —me quejo cruzándome de brazos en medio de mi dramatismo —en un mes más seré perfecta para hacer de la momia en la siguiente película.

—Ve a almorzar, reina del drama —Bob sigue riendo a carcajadas mientras subo de dos en dos las escaleras hasta el apartamento de tía Monett.

Dulce CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora