El supermercado del vecindario está a exactamente noventa y ocho pasos del edificio donde vivo con tía Monett, los conté un día que estaba demasiado aburrida y Monett necesitaba café urgente para atacar una resaca mortal. Ya está anocheciendo, pero aún hay suficiente luz natural para que pueda caminar con calma por la acera, voy avanzando un paso a la vez, leyendo la lista que mi tía escribió con tanta rapidez que no estoy segura si dice "avena" o "arvejas".
Cuando entro al lugar lo primero que veo es a Nicoletta en la sección de las bebidas, sonriendo con Adam, ella y yo solíamos ser mejores amigas de niñas, incluso antes de que mi madre tuviese el accidente donde perdió la vida, pensé que sería de esas amistades de película rosa juvenil estilo Disney en los inicios de los años dos mil, que superarían todo, pero entonces al entrar a la universidad ella conoció a Adam y se transformó en una versión retorcida de la Nicoletta que fue, se convirtió en alguien interesada, cruel y ofensiva hacia los demás, entonces yo sobré en la ecuación, su novio y yo nos llevamos pésimo desde el primer momento así que él no tardó en ponerla en mi contra, idearon una broma para mí que salió terriblemente mal, me metieron en graves problemas y Nicoletta rompió mi corazón, desde hace un año dejamos de ser amigas para pasar a ser desconocidas con recuerdos en común, pero ellos siempre que pueden me agreden, por lo que huyo de sus presencias.
Monett no ha encargado muchas cosas así que tan rápido como puedo tomo una canasta y empiezo a llenarla, tan ensimismada estoy en mi tarea de evadir a Nicoletta y al espantapájaros que la acompaña, que no añado, como siempre, alguna bolsa de chucherías para mí, al doblar en la esquina del pasillo de las salsas choco con alguien, casi cayendo hacia atrás, pero la víctima de mi nula concentración en el lugar donde pongo mis pies consigue sujetarme por el codo, evitando que mi dignidad quede en el subsuelo.
—¿Katania? —la voz masculina de mi vecino hace que mis mejillas se sonrojen violentamente por la vergüenza que me da siempre aparecer tan torpe frente a él.
—Qué vergüenza, perdóname, estaba distraída, totalmente —me excuso, hablando rápidamente debido a los nervios.
Damien está vestido más o menos formal, lleva un pantalón oscuro junto a una camisa azul cielo de mangas largas y a través de la tela puedo ver sus fuertes brazos. Qué alguien me haga el favor y me dedique la canción "mayores", porque este chico me debe llevar más de cinco años y está dejándome tonta como nadie en mis diecinueve años.
—No te preocupes —me dice y veo que estaba analizando un sobre de salsa de soya antes de que yo llegara como huracán y lo chocara —pareces angustiada.
—Moni suele decir que soy como un libro abierto —digo, acomodando el peso de la canasta en mis manos, mi mirada inevitablemente viaja por el pasillo buscando a la pareja que siente de todo hacia mi, menos amor —es una tontería, no me prestes atención, ¿Cocinas?
—Hablas mucho —dice, pero no lo hace en el tono fastidiado que suelen usar las personas para imprimir la indirecta de que me calle en su oración, el rubio lo menciona como quien dice un aspecto totalmente normal e incluso sonríe de manera leve —respecto a tu pregunta, soy chef.
—¡Genial! Eso es fantástico —exclamo emocionada, olvidándome momentáneamente de mis nervios —yo solo cocino lo básico, ya sabes, para no morirme de hambre y esas cosas.
—¿Estás en la universidad? —pregunta, decidiéndose por la salsa negra y poniéndola junto a algunas cosas en un carrito de supermercado que tenía a su lado.
—Ajá —asiento con la cabeza, sus ojos color whisky pasan a través de las estanterías, mientras empezamos a caminar hacia la zona de enlatados —Estoy en el quinto semestre de administración de empresas.
—¿Quinto? Pensé que eras más joven —opina, mientras yo tomo un paquete de avena en hojuelas de la estantería.
Espero que lo le la lista no fuesen arvejas.
—Solo tengo diecinueve —Me río, porque normalmente la gente relaciona cada semestre de la universidad con una edad estándar, pero eso es en realidad ridículo, podría tener diecisiete u ochenta, estar en primer semestre de lo que quieras y estaría bien —¿Soy indiscreta si pregunto tu edad?
—Veintiséis —dice, con naturalidad, desviando la mirada hacia mí por un segundo, este hombre es un todo en uno, hasta sabe cocinar.
Jesucristo, controla mis hormonas.
—¿Me ayudas? No alcanzo el atún —le pido, poniéndome en las puntas de los pies para tratar de tocar una lata del dichoso pez en conserva, pero estas estanterías están creadas pensando en la gente de dos metros o bien el los gigantes de Jack y los frijoles mágicos.
Damien no responde, pero con facilidad estira el brazo y toma la lata que yo trataba de alcanzar, le sonrío genuinamente en agradecimiento y reviso que ya lleve todo en la canasta, no sea que Monett me obligue a regresar por una sola cosa, acompaño a mi vecino por los pasillos del supermercado mientras termina de hacer su compra, yo hablo sin parar de cosas triviales, pero, sorpresivamente para mi, parece que él no se molesta por eso e incluso me presta atención de buena gana y me responde cuando es necesario que intervenga en mi monólogo.
Cuando vamos a la caja para pagar veo a la parejita número uno en la puerta, cada uno paga sus paquetes y yo desearía quedarme algunos minutos más dentro del lugar para dar tiempo a que Nicoletta y el intento malogrado de novio se marchen, sin embargo, me quiero ir con Damien hasta el edificio porque me siento segura a su lado y ya cayó el sol.
—¿Pasa algo? —me cuestiona, al ver que me quedé inmóvil observando el exterior del supermercado a través del cristal de la puerta cerrada.
—No es nada —sonrío, arrugando la nariz en un gesto repetitivo que suelo hacer por inercia cuando algo no me termina de agradar.
—Traje mi auto para llevar todos los paquetes, si no te molesta puedo llevarte —ofrece y me pregunto cómo puede hablar tan amable y verse tan rudo al mismo tiempo.
—Si no te molesta —respondo y él niega con la cabeza, empezando a caminar hacia fuera del supermercado.
Alcanzo a Damien en una carrera corta para situarme a su lado, al salir del supermercado noto de soslayo que Nicoletta y compañía me ubican, pero al tener a semejante ejemplar de hombre caminando a mi lado no hacen ningún intento de acercarse, suspiro, medio dramática, mientras mi vecino me guía a una camioneta cuatro por cuatro negra.
¿Cuánto gana un chef para tener un auto así de grande y bello? Y aún más ¿Por qué tener un auto así y vivir en un sitio sencillo como mi edificio?
Damien es tremendamente un misterio y me encantaría poder resolverlo.
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Dulce Caos
Roman d'amourDamien Montenegro es un chef reconocido, dueño de un restaurante importante de la ciudad, cuando se muda a un pequeño edificio de apartamentos lo último que espera es cruzarse con un huracán como Katania Faradhay, una universitaria siete años menor...