Capítulo 35

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Fared

Golpeo una pelota contra una pared y la atajo con una sola mano mientras estoy acostado, repito la acción hasta que abren la puerta de mis aposentos, entonces visualizo a Irina entrar.

—No pude —me aclara avergonzada y enarco una ceja.

Dejo el objeto caer, rebota una o dos veces y me levanto de la cama.

—¿Quieres que se lo diga yo? —expreso con malicia.

—¡No! —Se alarma—. ¡Tú no tienes tacto!

—¿Y entonces por qué vienes aquí? —exclamo molesto.

Frunce el ceño.

—¿No te puedo ver?

Me río.

—No estoy de humor.

—¿Por qué? —Ladea la cabeza.

—Te dije que estar entre personas me agobia.

Ya varios me miraron con desprecio y es insoportable, siempre lo es, aunque eso no se lo voy a contar.

—Mm, nos iremos en cuanto acomodemos algunos asuntos aquí, pero no sé si a mi casa, porque el pueblo está lleno de gente, podríamos buscar otro sitio más aislado si quieres. —Pone un dedo en su mejilla y mira hacia arriba, parece pensativa.

Me río porque su gesto es adorable, parece una niña intentando descifrar una tarea.

—¿Aislarte conmigo? Eso suena perturbador —me burlo.

Se sobresalta, así que me mira y baja la mano despacio, sus mejillas se sonrojan rápido.

—Bueno, es que... quiero ser una buena prometida.

Un escalofrío recorre mi cuerpo, sé que yo dije eso, pero hace que mi corazón se acelere y sienta los nervios a flor de piel.

—No tienes que hacer eso.

—¿Por qué? —Me mira extrañada.

—Porque deberías pensar en tus necesidades, no es las mías, tú eres más sociable, aislarte te haría mal.

Ríe nerviosa.

—Bueno, lo podemos resolver, todavía tenemos tiempo, no nos hemos ido del palacio.

—Como sea, deberías marcharte ahora, quiero estar solo.

—Es que deseaba pasar tiempo contigo, hay mucho alboroto en el castillo.

—Por lo de Jacky y Ankor desaparecidos —acoto.

Asiente.

—Sí, espero que estén bien —dice inquieta.

—No es lo único que te preocupa, ¿cierto? —expreso al mirar sus gestos.

—¡¿Eh?! —Se alarma—. Bueno, es que... —Une sus dos dedos índices avergonzada—. La reina me dió su bendición y ahora me es más difícil terminarle a Alisther.

—¿Y eso qué? No están casados.

—Es que son las costumbres.

Ruedo los ojos.

—¿Y entonces me hiciste cambiar de opinión sobre estar juntos para nada?

—¡¿Eh?! ¡¡No!! —Agita las manos—. Es que necesito más tiempo, o mejor dicho, ¿puedes decirle a la reina? Yo me encargaré de Alisther.

—¿Yo? ¿Hablar con la reina? Suena divertido —expreso con sarcasmo—. ¿Eso sí no lo puedes hacer tú? —pregunto y alzo una ceja.

—Es que...

—¿Costumbres? —adivino y asiente—. ¿Algo más que quieras aportar a mi ser desinformado sobre tus tradiciones?

—¿Qué no va a ser fácil anular la bendición cuenta? —expresa confundida.

—¿Y eso significa...? —Enarco una ceja otra vez y espero que termine la frase.

—Que el Reino del Cielo es salvaje y vas a tener que pelear por mí.

—Genial —expreso con sarcasmo.

Hace puchero.

—¿No quieres?

—Siento que Andur se va a aprovechar de esto.

Belleza de las Tinieblas #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora