Capítulo 6

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Alisther

Soy una persona débil, tan delicado que me puedo enfermar la mayoría del tiempo y cansarme muy rápido, sin embargo esto es una exageración, no lo admito.

—¡Hermano, ábreme la puerta! —La golpeo seguidas veces—. ¡No es justo!

—Ya estuviste demasiado tiempo fuera, no es bueno para tu salud —me aclara Zionitt y luego se dirige a hablarle al guardia—. No lo dejes salir por ningún motivo, tiene que descansar.

—¡Por favor, estoy bien!

—¡Ve a dormir! —Alza la voz y oigo sus pasos al retirarse.

Maldita sea.

Giro mi vista hacia la ventana, me acerco y la abro, esto parece alto. La cruzo entonces apoyo mi pie en un caño, avanzo, escalo y llego hasta otra ventana. Aunque me arrepiento enseguida.

—¡Ah! —chilla la Reina del Cielo y se cubre, parece que se estaba cambiando.

Me sonrojo.

—¡Lo siento!

—¡¿Qué haces en la ventana, fisgón?! —grita alterada y luego se da cuenta—. ¿Su alteza?

—Majestad, lo lamento —expreso avergonzado.

Serenity se acerca hasta la ventana.

—No puedes estar ahí, Alisther, estarás en problemas, sobre todo si es mi alcoba.

—Lo siento, estaba intentando escapar de mis aposentos. —Me río.

—¿Por qué? —expresa sorprendida.

—Ah es que mi hermano es muy sobreprotector y me quiere mantener como en una cajita de cristal, es muy exagerado.

Sonríe.

—Se ve que te estima.

—Sí, pero se pasa, no me siento mal, así que no debería encerrarme. —Frunzo el ceño.

—Tienes razón.

—Hoy te encuentras linda, no estás llorando —acoto sonriente.

Se ríe.

—Tengo un buen día.

—¿Por qué llorabas la otra noche? —le consulto curioso.

—Bueno... no puedo decir mucho, solo que mi matrimonio no es el ideal.

—Ya veo. —Hago una pausa—. ¿No te llevas bien con el Rey? ¿No se aman?

Se ríe.

—Discutimos mucho últimamente. —Pasa su un mechón detrás de su oreja—. Y... yo lo amo, no sé si Ankor lo hace, me refiero a que... —Suapira y baja la vista—. No estoy segura si me ama como antes, yo sigo enamorada como la primera vez que nos vimos. —Sus ojos se humedecen.

—Oye, seguro se solucionará, aunque no desapareciendo, por favor —bromeo sobre cómo comenzó nuestra conversación de la otra noche.

Se ríe y me mira.

—Desaparecer es demasiado tráfico, ¿no?

—Definitivamente.

—Su majestad. —Se escucha el guardia en la puerta—. ¿Todo en orden?

Ella se sobresalta.

—Vete —me aclara nerviosa—. Van a malinterpretar todo si te ven en los aposentos.

—Tranquila. —Asiento y le sonrío—. La próxima no será en ventanas.

Comienzo a escalar y voy a la otra ventana que veo abierta, creo que es la única que me queda. Me adentro en esta, creo que es la sala de reuniones, y entre en un mal momento. Visualizo al rey estando solo, pero tirando todo furioso. Se queda paralizado cuando me ve.

—Príncipe Alisther. —Respira agitado, luego me sonríe y regresa a su postura poniéndose derecho—. Quedó demostrado lo salvajes que somos por aquí —bromea.

—Eso dicen del Reino del Cielo —opino—. Aunque más que salvaje lo veo estresado, su majestad.

—Ya se me pasará. —Se ríe—. ¿Qué haces entrando por ventanas? —pregunta curioso.

—No sé si debería decirle —expreso con mis nervios a flote.

—Oí que te enfermas fácil —acota y camina a agarrar un botella, la destapa entonces se la toma de una sola vez—. Tranquilo, no le diré a tu hermano que te escapaste de tu habitación —especula y acierta bastante rápido.

Se me eriza la piel.

—¿No sería malo mentir? Digo por relaciones diplomáticas y eso.

Debería callarme.

—Yo miento todo el tiempo, ¿así que cuál hay? —dice sin importancia y tira la botella a la basura—. Estás de suerte —Sonríe.

—Se ve de mejor humor —opino.

—Estaba tirando cosas porque me andan criticando todo el tiempo, no te conozco así que no puedes juzgarme.

—Jamás lo juzgaría ¿Quién lo hace? Parece un hombre respetado.

—Respiro y ya están hablando mal de mí —bromea aunque creo en su tono demuestra que hay un poco de verdad en ello—. Todo el mundo lo hace, no puedo dar pasos en falso, aunque he de admitir que he hecho unos cuántos, no se puede ser perfecto. —Se ríe sin humor y puede notarse la tristeza en sus ojos.

Se sienta en el único banco que no está tirado en el suelo y continúa hablando infligido.

—No entiendo cómo mi padre aguantaba la presión, él siempre estaba sonriendo, pero creo que eran sonrisas falsas.

Me quedo paralizado, el Rey Ankor está llorando en frente de mí.

Cuando se percata, se refriega los ojos y se levanta de su silla, para advertirme.

—No le digas a nadie —amenaza.

—No, no, jamás —al fin hablo pero con mis labios temblando.

Suspira.

—Lo siento, lo único que hago es amenazar.

—No hay problema —digo nervioso.

Me sonríe.

—Me caes bien. —Se me acerca y rodea su brazo en mi cuello—. Seamos amigos. —Me da dos golpecitos de manera amistosa, aunque a mí me falta el aire con lo fuerte que es. Por lo que sé los habitantes del cielo no miden su fuerza—. Lo siento. —Se ríe.

La puerta se abre y veo al que pienso que es el general.

—¿Sucede algo? —pregunta el hombre observándonos raro.

Sonríe el pelirrojo.

—El príncipe Alisther se encuentra cansado de estar en su alcoba, así que lo estoy nombrando uno de mis consejeros —expresa con alta confianza—. Necesito gente como él en mi equipo.

—¿Eh? —Me sorprendo.

—Pero, su majestad —se queja el general—. No queremos problemas con el Reino de las Sombras. —Luego me mira a mí—. Y sin ofender príncipe, pero los consejeros solo pueden ser de nuestro reino.

—Cállate, Duret —lo reprende Ankor—. Me tienes podrido, si digo que Alisther va a ser mi consejero es porque va a serlo y punto final.

Me siento entusiasmado y algo asustado. Lo bueno que ya no estaré en el cuarto, lo malo es que tengo un mal presentimiento. Debe ser porque el general me observa de muy mala manera.

Belleza de las Tinieblas #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora