Nastia
Años atrás...
Se oye el llanto en la carpa, mientras los vientos del desierto mueven las telas y a lo lejos se acerca una tormenta.
—¡Sacerdotisa! —Se acerca la curandera y suspira—. Lo siento, su hija... murió en el parto.
Quedo tildada observando el horizonte, limpio rápido la lágrima que se me escapa y me giro a mirar a la mujer.
—¿Y el bebé?
Corre hasta la cuna y la levanta.
—Le presento a Jaelyne, sacerdotisa.
Sonrío y tomo entre mis brazos a la beba.
—Juro por los dioses que serás igual de fuerte que tu madre, incluso más.
—Sacerdotisa. —La curandera me entrega el collar y yo lo ato a mi espada—. ¿Qué hará ahora?
—Debo irme, los demonios ya vienen.
—Pero es la última sacerdotisa del desierto que queda ¿Quién entrenará a los discípulos? No puede irse.
—¿Sabes que tengo a la Belleza del Desierto en mis manos, verdad? Mi vida depende de mantenerla a salvo. Aún existen sacerdotisas del océano y del cielo, así que no todo está perdido. Mi prioridad ahora es solo Jaelyne.
Asiente.
—Entiendo ¿A dónde irá?
—A Paraleio, ahí la magia no nos alcanzará, o eso espero.
—¿Pretende usar el collar? —Observa la funda de mi espada que cuelga en mis caderas.
—No hay opción, ya vienen —digo fríamente.
Salgo de la carpa y mi cabello grisáceo se mueve con el viento, desenvaino mi espada mientras veo a los demonios acercarse, entonces el collar brilla, una luz enceguecidora nos rodea, así que desaparecemos.
Años después...
Estoy sentada en el sillón roto de mi nueva casucha, afilo la cuchilla de Jaelyne y alzo la vista cuando la adolescente entra a la casa, me ignora dirigiéndose a su cuarto.
—Detente ahí —le digo tajante y se sobresalta—. ¿Qué te pasó en la cara? —cuestiono.
—Nada.
Puedo notar que presiona los dientes con enfado a pesar de que no le veo el rostro por completo, ya que intenta que no visualice lo evidente.
—He dicho, ¿qué te pasó en la cara? —insisto.
Se gira furiosa.
—¡¡Me peleé!! ¡¿Bien?! ¡¿Contenta?! —grita irradiando mucha ira.
—No, lo que me molesta es ese golpe en tu cara —expreso tranquila y se sobresalta cuando le tiro la cuchilla, la cual es clavada en la pared, justo al lado de su rostro—. Buenos reflejos —la felicito al ella haber esquivado mi ataque.
—¡¿Quieres matarme, abuela?!
Me levanto de manera abrupta del sillón y ella se estremece del miedo.
—¿Quién fue? Lo golpearé por ti.
—¡¡Abuela!! —chilla otra vez—. ¡¡Yo peleo mis propias batallas!! —Levanta los puños—. ¡Además, yo le gané!
—Pero te logró golpear.
—Uf. —Refunfuña.
—Creo que hay que entrenar más.
—No, no hace falta. —Agita las manos nerviosa.
—¡Deja de tenerme miedo! —Me acerco a darle un puñetazo y lo esquiva, así que sonrío—. Me encantan tus reflejos, pero presta atención. —La tomo del brazo y la tiro al suelo.
Voy a patearla pero rueda, rápido se levanta.
—¡No puedo ganarte, ya te dije! —chilla—. ¡Ay! —Se cubre la cara cuando la golpeo y cae al piso otra vez.
—¡Jacky! Si no puedes ganarme a mí, ¡¿cómo le vas a ganar al los hombres que están ahí fuera?!
—¡¿Cómo voy a hacer eso?! —se queja—. ¡¡Te vi deshacerte de tres tipos en segundos, no puedo!!
—Con esa actitud no llegarás a nada. —Frunzo el ceño y le grito con furia—. ¡Golpéame!
—¡¡Tú lo pediste!! —Corre y se me abalanza.
Seguimos luchando hasta que tocan a la puerta, Jacky queda en el suelo mientras me levanto y me saco el polvo de este suelo sucio. Camino hasta donde llaman, así que abro, entonces veo a un hombre grandote en frente de mí.
—¡Oye anciana! —se queja el tipo—. Tu nieta golpeó a mi hijo y tiene que pagar.
—No tenemos dinero, así que lárguese.
—Pues que pagué con su cuerpo —se burla el grandote.
—¡¡Es una niña, imbécil!! —Le pego un puñetazo y el hombre queda desmayado en el suelo.
Le di en su punto débil, estúpido.
—¿Por qué no nos vamos de este barrio de mierda? —se queja Jacky y se mantiene sentada en el piso, encontrándose molesta, está algo avergonzada por lo que sugirió el hombre—. No es la primera vez que me dicen algo como eso —expresa triste.
—No hay dinero para conseguir algo mejor. —Cierro la puerta—. Por eso te digo que hay que entrenar.
Se refriega los ojos y llora.
—Estoy cansada de esto.
Me mantengo impasible mientras me acerco hasta ella.
—No llores, no muestres sensibilidad, se aprovecharán de eso —expreso firme.
—¡Eso intento! —Se refriega los ojos con más ímpetu—. Lo... lo siento, fue sin querer.
—Está bien. —Le sonrío y me agacho hasta ella, toco su mejilla, limpiando sus lágrimas—. Puedes llorar, pero puerta para dentro, no se lo muestres a nadie más.
Asiente.
—Sí.
Jaelyne
Actualidad...
Voy a llorar como idiota aunque a la abuela no le guste verme llorar.
—¡¡Estás viva y joven, no entiendo nada!! —chillo sorprendida y me aguanto las lágrimas.
Se ríe.
—No estoy viva.
—¿Qué quieres decir con eso? —Me sorprendo—. ¿Estoy muerta?
—Tampoco, estás en el inframundo, pero no moriste, los dos mundos se unieron y el collar me llamó, así que estoy aquí por eso.
—¿El collar? —expreso atónita.
—Soy una sacerdotisa del desierto, aprovecho los poderes de la runa para protegerte, me regresó la energía cuando ambos mundos chocaron.
Miro para todas partes, porque hay sombras rodeándonos y no se ve nada más.
—¿Qué sucede? —pregunto confundida.
—Ese es el problema, estamos desaparecidas para el resto, nos perdimos en el limbo, aunque mejor, así tu esposo no te encuentra.
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Belleza de las Tinieblas #4
FantasiYa no hay respuestas, solo un dios de las tinieblas, dispuesto a todo. Recuerda respirar, porque puede ser la última vez que lo hagas. *Por Viviana Valeria V. Saga Bellezas, libro #4