Irina
¡Wow! Hace tiempo que no caminaba por mi pueblo, aunque el cielo se ve a lo lejos, ya que no estamos en los aires, por la caída que sufrió la plataforma en el ataque, aun así está tal cual lo recordaba.
—Bueno, hay que buscar dónde hospedarse —acota Fared mientras avanzamos por los caminos.
—Antes de vivir en el castillo tenía una casita, ¿la quieres ver? —le pregunto.
—Mejor, no es como si tuviera dinero, hasta mi espada perdí.
Tomo su mano con ambas mías.
—¡Ven! —Lo hago correr.
Cruzamos una calle, doblamos en un camino y llegamos. Conozco este lugar como la palma de mi mano. Aunque me desilusiono un poco al ver mi choza. Esto sí no está como lo recordaba. Se encuentra un poco en malas condiciones. Suelto la mano de Fared y me acerco.
—¡Qué vergüenza, es un desastre! —grito.
Fared entra como si nada y lo sigo, se sienta sobre un bloque de paja, utilizándolo como si fuera una silla.
—¿Así que Esmetriah te compró y te envió aquí primero?
—Sí, estuve bastante tiempo por aquí, eso me recuerda que en el pueblo conocí a Doru, él me eligió, espero que se encuentre bien. —Camino a la puerta—. Haré un poco de té ¿Quieres?
—No, gracias.
—Bueno, ahora vuelvo —digo tímida.
Me fijo si todavía está mi dinero ahorrado en mi cajita oculta en el piso y en efecto, tomo unas monedas. Me dirijo a comprar, consigo algo de comida también. Estoy cerca, así que vuelvo rápido, Fared sigue en el mismo lugar. Está muy callado. Apoyo lo que compré a un costado, traigo un balde con agua y preparo todo para calentarla. Una vez todo está listo, me siento en un bloque como él y tomo de mi recipiente, mirándolo algo nerviosa.
—¿Y... —intento formular palabra.
Me sobresalto cuando él decide hablar primero.
—Sobre tu dragón, seguro está bien, en el Reino de las Sombras, pero bien, los demonios no tienen nada contra los dragones que yo sepa.
Sonrío.
—Ese es un alivio.
—¿Querías decirme algo? —pregunta y enarca una ceja—. Te interrumpí.
—Pues... solo que no sé qué vamos a hacer. —Tomo un sorbo de mi taza.
—Quizás desaprovechamos estar en el inframundo, nos centramos tanto en escapar, que nos olvidamos del objetivo principal, la maldición.
—¡Cierto! —Me sorprendo—. ¿Y ahora?
—Supongo que estamos en cero otra vez.
—Bueno, quizás siempre estuvimos en cero. —Me río.
Sonríe.
—Quizás. —Hace una pausa mirando mis acciones—. ¿Por qué estás nerviosa?
Me sobresalto, así que mejor dejo el vaso en un lugar seguro, lo apoyo a un costadito en el suelo.
—Es que... bueno, estás en mi casa, creo que no puedo ofrecerle mucho a un general y príncipe o rey, no sé todos los títulos que tienes.
Se carcajea.
—He vivido más en calabozos que castillos, así que no tienes de que avergonzarte, yo soy el sin techo, así que...
—Ah, ¿sí? —digo sorprendida.
—Sí —responde sonriente.
—Bueno, ya no me tengo que preocupar por tener algo que ofrecer. —Río nerviosa.
—Hablas de tu dote —expresa pensativo.
Me sonrojo. El dote es lo que aporta la mujer al matrimonio. Creo que lo estaba pensando de manera inconsciente ¡Qué vergüenza!
—¡Oye, no te estoy presionando ni nada, fue sin querer! —Agito las manos.
Se mantiene serio mirándome.
—No me veo como un marido —aclara de manera veloz.
—¡Ay, no hablemos de eso, se va a arruinar todo! —Aumento la voz así que se ríe y me termino estremeciendo—. ¿Qué? —digo avergonzada.
—Nada. —Sonríe.
—Ahora no sé si hablar o no —expreso confundida.
—Puedes, pero atente a las consecuencias.
Frunzo el ceño.
—¿Qué consecuencias?
—No sé, puede haber tantas de diferentes formas.
—Bueno, me arriesgo ¿Hay algo entre nosotros?
—Sí —dice a secas.
—¿Ya no me vas a rechazar más?
—No. —Otra respuesta corta.
—¿Solo vas a decir eso?
—Si hablo más de lo debido soy capaz de arruinarlo, prefiero mantenerme cortante, decir lo que es debido y ya, si me explayo puede terminar mal.
—Pero a mí me gusta el Fared impulsivo. —Hago puchero y se ríe—. No es gracioso. —Frunzo el ceño.
—La promesa que te hice... —Hace una pausa serio y pensativo—. No quiero romperla más de lo que ya está.
—¿Pero cómo podrías...
—Si vamos a tener una relación, será a mi modo —me aclara—. Soy inestable y lo sabes, así que esto será despacio.
—Ay, está pasando, estoy emocionada. —Siento mis mejillas arder.
—Quisiera decir lo mismo, pero yo no —expresa afligido.
—Pero Fared...
—Más bien siento tensión, y no es buena. —Mueve la mano que parece que se le entumeció.
—Si no quieres hacerlo, no tienes que obligarte —digo preocupada.
Baja su mirada al piso.
—Tengo un conflicto con mi mente, eso es todo, porque si terminas con alguien peor que yo, ¿qué te espera? ¿cómo podría protegerte? Pero yo también soy un peligro, así que no es cuestión de querer, porque yo sí lo deseo, tengo impulsos muy grandes como para negarlo.
Mi corazón se acelera y mis mejillas pican por el calor.
—Fared...
—Tú no lo entiendes. —Continúa con la mirada en el suelo—. Yo podría ignorar todas mis restricciones y lastimarte, o puedo cumplir mi promesa y protegerte de todos mis impulsos.
—Fared...
—No lo comprendes. —Alza vista a mirarme y me paralizo—. Yo tranquilamente puedo convencerte, lanzarte sobre esa cama sucia que tienes y romper todas tus tradiciones sin ningún tipo de respeto.
El calor en mi rostro va en aumento.
—¡Fared! ¡¿Qué dices?! —Me cubro la cara avergonzada.
—Intento protegerte, intento respetarte, intento no arruinarte los sueños.
Bajo mis manos despacio, estando algo tímida.
—Eso es muy lindo.
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Belleza de las Tinieblas #4
FantasyYa no hay respuestas, solo un dios de las tinieblas, dispuesto a todo. Recuerda respirar, porque puede ser la última vez que lo hagas. *Por Viviana Valeria V. Saga Bellezas, libro #4