Ankor
Camino hacia al gran ventanal y veo como el enemigo se acerca.
—Señor, estamos listos para sus órdenes —me dice el general.
—Preparen los dragones, la segunda oleada será acabada como la primera. Las plataformas cayeron, pero nosotros no y eso les hierve la sangre.
—Entendido. —El hombre asiente, se pone su casco y se retira.
Voy hasta los establos.
—Prepara a mi dragona —le digo a mi siervo y este asiente. Sonrío cuando me acerco a mi compañera—. Hola, Kiriya. —Acaricio su hocico—. Tú siempre me traes paz.
Los dragones son seres místicos, se puede tener una conexión con ellos si te eligen, además su fuego es capaz de desvanecer cualquier cosa, es por eso que le ganamos a la primera oleada de demonios. Aunque hay pocos dragones que saben disparar su fuego, es una práctica compleja, tanto para ellos como para sus ginetes, los cuales le dan esa orden.
Me subo sobre mi dragona naranja y abren las compuertas. Una vez que comenzamos a volar, siento el viento en mi cabello pelirrojo y alzo mi espada a la batalla.
Doy mis órdenes a mis soldados, se hace la formación, el general los guía y nos preparamos para disparar.
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Aunque es un trabajo arduo y las horas son densas, logramos frenar el ataque, así que regreso al castillo. Acaricio a mi dragona y comienzo a irme de los establos, pero me llaman así que me detengo.
—¡Ankor! —El joven de cabellos negros corre hasta mí.
—Ethir —expreso en tono bajo y observo para todos lados—. ¿Qué pasa?
—Estaba preocupado —aclara tímido el sirviente y el rubor en sus mejillas crece.
—No hay razón para eso —digo rígido—. Debo continuar con mis deberes. —Me giro y me tenso cuando me abraza—. Aquí no —le aclaro—. Nos van a ver.
—Hace rato no visitas mi alcoba.
Suelto sus manos que se agarran de mi abdomen y me giro para observarlo.
—Estoy muy ocupado.
—Al menos dime que me extrañas. —Hace puchero.
Sonrío.
—Eres muy lindo. —Toco su barbilla y me acerco a su rostro—. Yo te...
—Su majestad. —Me alejo rápido al escuchar al general.
—Duret ¿Qué pasa? —digo tenso.
Nos observa en silencio un momento.
—Pues... —Se quita el casco dejando ver su cabello rubio—. Será mejor que me acompañe, hay que seguir con las estrategia.
—Claro que sí. —Asiento y luego miro a Ethir—. Sigue cuidando de los dragones —me invento de lo que estábamos hablando y acompaño al general.
En los pasillos Duret me vuelve a hablar.
—Sé que se lo dicen mucho pero... estamos orgullosos de que usted sea el Rey. —Me da dos palmadas en el hombro—. No lo arruine, la imagen de un hombre imponente lo es todo en época de guerra, por eso muchos hablaban mal de su padre. —Se acerca a mi oído—. Usted no quiere terminar así, ¿cierto?
Me tenso.
—No sé de qué hablas.
Se aleja.
—Usted siga los dictámenes de sus consejeros y estará bien. —Se detiene, entonces hago lo mismo—. Por cierto, ¿para cuándo los niños?
—Estoy en eso.
—Me alegro —dice fríamente—. Las mujeres son todo en esta vida, ¿no crees?
Trago saliva.
—Sí.
—Está muy tenso desde que asumió el mandato. —Me sonríe y me da otras palmadas en mi hombro—. Relájese, hombre, y disfrute de su esposa. Dicen por ahí que discuten mucho, espero no sea cierto, hacen una hermosa pareja.
—Estamos bien —me limito a decir.
—Ya quiero ver esos niños corriendo por el palacio. —Se ríe y veo como entra a la sala de reuniones.
Cielos, creo que me voy a desmayar. Demasiada tensión para mi sistema.
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Belleza de las Tinieblas #4
FantasiaYa no hay respuestas, solo un dios de las tinieblas, dispuesto a todo. Recuerda respirar, porque puede ser la última vez que lo hagas. *Por Viviana Valeria V. Saga Bellezas, libro #4